miércoles, diciembre 20, 2006

Porque el futuro es de los niños

Esta escena siempre tendrá un hueco en mi corazón.

¡Chocolate Sexy! ¡Un aplauso para Chocolate Sexy!



Feliz Navidad y mucho hamor, son ustedes encantadores.

Edito villancico koreano que me he bajado vía Check the cool Wax:




Epatante.

jueves, diciembre 14, 2006

Mis amigos los mendigos

No es que me den miedo las almas perdidas que deambulan por las calles de nuestras ciudades. No es el olor a meaos, a vino a granel e incluso a veces a mierda humana que, macerada en sus ojetes y perdida para siempre entre el vello de sus piernas, viene a parar a mi nariz en forma de un chute de realidad que no pedí.

Ni siquiera es la lástima que siento, artificial y egoísta, por sus sucios rostros, pues es finalmente el temor a acabar como ellos, coleccionando cartones impregnados de orina en una Caixa. Eso de la fina línea que nos separa.

No.

Me tienen manía. No sé qué ven en mí, por qué se paran y me escupen sus desechos de palabras. Y ésta es mi última reencarnación y no la quiero joder. O, como dijo Chico Ocaña a un puñado de punkis: "hemos venido aquí a quedar bien".

Tómate otro trago, no me persigas por la avenida gritándome en el oído "seguidores de Pinochet, ¡ESCORIA!", maldito saco de piojos.

El peor, aquel que se quedó mirándome a los ojos durante cinco eternos minutos mientras me fumaba un pitillo en mi propio portal. Portal del Ángel, no me jodas, sábado por la tarde y la calle abarrotada. Tiene que venir hacia mí con la cara costrosa y ladillas en los ojos.

- ¡Fóllate al mendigo, fóllatelo!

No digo nada, se me dibuja una sonrisa socarrona, como siempre que me pongo nerviosa.

- ¡Fóllate al mendigo, que viste mejor que tú!

Me miro los pantalones (es verdad, un tanto raídos) y hago contacto visual con una guiri que nos sonríe como si lo nuestro fuera una discusión de enamorados.

- ¡Nunca encontrarás un hombre! ¡Nunca!

Ya está. Premonición. No puedo escapar, sacar las llaves y darle la espalda no es una opción. La gente me mira y ni siquiera he dicho nada.

- ¡Nunca! ¡Nunca, nunca!

Se va dando patadas a las puertas y a las bolsas de basura. Cuando está a diez metros, aparecen Álex y sus drugos:

- ¿Te ha hecho algo? Porque si te ha hecho algo le partimos la cara, eh.

Recompongo la frase - no, no me ha hecho nada- con las canillas temblando.

Porque tengo un blog y tengo el poder, que lo dice 20minutos, ahora mismo me voy a escribir un articulazo que dejará a todos esos homeless de mierda como lo que se merecen. ¡Ja!

Buuuuuuuuuuuu.

martes, diciembre 05, 2006

Lluvia de amor en la butaca

Interrumpimos nuestra conexión con Do Luong para narrar los acontecimientos que sucedieron en la noche del pasado viernes.

Era el último día del festival de cine de Gijón. Los que no nos habíamos decantado por la burbujeante chispa chisposa de Eva Hache en la gala de clausura, estábamos esperando para entrar a ver un documental cuya sinopsis clamaba : "experimentación erótica de París a Nueva York y de Tokio a Río".


Como se trataba de la última proyección, la gente regalaba a cualquier maromo que pasara por allí los bonos que les habían sobrado, hartos ya de tanta experimentalización. A mí también me había sobrado uno que ingenuamente pretendía "revender" por el mismo precio por el que lo compré. Pero al momento supe que en ese mercado de la filantropía cuyo lema era "para que no se pierdan", no tenía mucho que hacer.

Así que entré en la sala con el extrabono en mi misántropo y hostil bolsillo - porque donde pago, cago - y poco más.

Nos sentamos en la última fila. En el extremo se encontraba un hombre de unos cuarenta y tantos años, no llevaba ningún tipo de lentes y además estaba sentado solo. Comprendí al instante que era uno de aquellos receptores del bono sobrante de algún alegre popi.

En el suelo había depositado una pequeña bolsa de supermercado. Sin duda, su mujer e hijos podrían esperar por el alimento hasta que él terminara de ver esa obra fílmica (esta hipótesis corre de mi cuenta).

Comienza la proyección, que desprende un tufillo epatador, tratando quizás de abrir los ojos a esta buenas gentes de provincias acerca de cómo se lo monta la gente sexualmente por el mundo. Lo cual tendría cierto sentido si:

- en el ámbito rural no se llevara practicando el bestialismo ( mucho más transgresor que cualquier tipo en mallas zurrándole en el culo a otro) desde tiempos inmemoriales.

- en la ciudad no conociéramos el Internet y por ende rarezas sexuales que dejan al swapping como un juego de niños light y descafeinado.

Aún así, al menos no te entra la modorra, como me había venido ocurriendo, a excepción de la coreana Host, con las otras películas del festival.

Cuando comienza la sección sobre travelos, un ruidito se oye a mi izquierda. Miro de reojo al hombre del extremo, separado de mí por una butaca vacía.

Chofi

Chofi

No puede ser, me dije, no es posible que se esté haciendo el amor. Observo a mi alrededor con el fin de encontrar una mirada cómplice y amiga, para decirnos con los ojos "¡se está haciendo una galoyaca!"

Pero no. Todo el mundo pone su atención en la pantalla, donde un shemalote, de nombre Lucerito, está dándole por el culo a un tarao por las pollas y las tetas todo en uno. Eso sí, con un velo de blur, por lo del erotismo.

Pienso que deben ser imaginaciones mías cuando de repente el tipo cambia de táctica: para acallar el chofi-chof que hace la palma de su mano izquierda contra la carne en barra, comienza a hacer tintinear a un ritmo frenético las monedas que tiene en su bolsillo derecho.

Como los leuros hacen bastante ruido, la chica que tiene delante vuelve su cabeza. Al momento él coge su chaqueta, se la coloca por encima de su mortadela y para de dar el coñazo con las moneditas.

Así transcurren cinco minutos eternos, arriba y abajo. El asco y la fascinación son sentimientos encontrados en mi cabeza. El asco le dice a la fascinación "hola", la fascinación le contesta "buenas noches, ¿te hago un pajote?".

Se acaba la sección travelos, pasan a suspensiones y piercings audaces. El tipo acaba con lo que estaba haciendo, y no me extraña. Diez minutos antes de que acabe el documental, recoge sus cosas y se larga por el pasillo, con el cuerpo encogido.

Y aquí no ha pasado nada.

lunes, noviembre 27, 2006

Pelis de Vietnam (III)

En 1982, el director Ted Kotcheff adaptó a la pantalla el epatante libro “Primera Sangre” de David Morrell. De esta peli se dijeron pocas cosas bonitas. Tuvieron que pasar veinte años, como si prescribiera el delito, para que se convirtiera en peli de culto de esos amigos de la caricatura y de la sangre en general.

Se nos presenta a un pobre muchacho, John Rambo, que sólo quiere reposar un rato, o como mucho zamparse una hamburguarra, en un apacible pueblecito donde el Sheriff, un hombre ignorante y sin corazón, no está dispuesto a dejarle corretear en sus andrajosos ropajes.

Pero… ¿será capaz? Ya hemos caído como los mejores en la trampa de la película: nos hemos posicionado claramente al lado de Rambo. ¿Es que estos cabrones no ven los flashbacks que le asaltan al chico? No, amigos, pero bien se podrían imaginar la marca que le han dejado los Charlys en la piel.

Después de entrampar el monte a base de bien, Rambo parece que sale victorioso de esta primera parte. Ellos aún no saben quién es el muchacho pero, por fin, el Coronel Trautman entra en escena, explicando contra qué se enfrentan y, al mismo tiempo, elevando la película a base de esas frases lapidarias que se quedarían en nuestro inconsciente para siempre.

Hay que decir que, en la novela de Morrell, los personajes no eran tan evidentemente buenos o malos como se presentan en la película. Digamos que el Sheriff Teasle está dotado de muchos más matices. Es interesante su faceta de ex militar que en Acorralado casi no se intuye. Por ejemplo, cuando Teasle aparece como el único superviviente de la carnicería perpetrada por Rambo, el Coronel Trautman se pregunta por qué motivo su muchacho- una máquina de matar- ha dejado con vida al Sheriff. Al examinar el expediente de Teasle, se da cuenta de que éste había prestado servicio en Corea:

Los Pantanos del Chosin fue una de las batallas más famosas que libraron los infantes de marina durante la guerra de Corea. Fue en realidad una retirada, pero tan violenta como cualquier ataque, y les costó treinta y siete mil bajas al enemigo. Y Teasle estaba allí. Tan metido en la lucha como para ganarse la Cruz por Servicios Distinguidos.

Teasle se sintió algo raro al oír la forma en que Trautman se refería a él, como si no estuviera en el mismo lugar que los otros dos, como si estuviera fuera del camión, escuchando, mientras Trautman hablaba sobre él sin pensar que podía estar oyéndole.

− Lo que me gustaría saber − dijo Trautman dirigiéndose a Teasle − es si Rambo estaba al tanto de que usted participó en esa retirada.

Se encogió de hombros.

− La mención y la medalla estaban colgadas de una pared de mi oficina. Las vio. No sé si significaron algo para él.

− Por supuesto que significaron algo para él. Eso es lo que le salvó la vida.


Estos detalles se quedaron fuera de la pantalla, así como los lazos que acaban uniendo a perseguidor y perseguido; dos personas que, jodidas cada una por su parte, tienen que meterse en la piel del otro para adivinar cuál será el siguiente movimiento del contrincante. Todo un mensaje de paz y empatía a cargo de la pluma de Morrell.

He sentido la necesidad imperiosa de daros a conocer su estampa de escritor molón, a vuestra izquierda. No puedo dejar de encontrar, en esta imagen, paralelismos alucinantes con la figura del amigo - ¿tú me quierej, gitana?- Julián Muñoz.

Por el lado de Kotcheff, ya sabemos cómo acaban las cosas en Rambo Town. El desenlace era evidente y esta vez el flashback nos viene a cargo de la boca torcida de Johnny, nuestro Johnny, revelándonos el episodio del bar de Saigón: un monólogo que pasaría a la historia y que tergiversó Santiago Urrialde con su ultra-repetido "no siento las piernas".

Quiero irme a casa - me lo repite una y otra vez - quiero conducir mi Chevrolet.

¡Y no consigo encontrar sus piernas! No encuentro las piernas...

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Fue en 1986 cuando Oliver Stone presentó "Platoon", la primera de la trilogía sobre el tema que ya le tenía obsesionado desde sus años mozos, puesto que él mismo había luchado en Vietnam.

Los críticos cinefagosos hablan de ella como la película más fiel a la guerra en términos de recreación de la batalla, equipamiento y jungla (repleta de mosquitos, sanguijuelas y serpientes).

Sin embargo, no puedes contentar a todo el mundo. En una proyección que Stone organizó exclusivamente para los veteranos de Vietnam, se dieron posiciones encontradas entre aquellos que habían realizado el servicio durante los primeros años de la guerra -quienes manifestaron no haber vivido de esa forma las situaciones expuestas en la película- y los que combatieron durante los últimos años, que confirmaron todas las apreciaciones de Stone, incluídos el tema del fragging y las drogas.

La divergencia de opiniones acerca de lo que significó Vietnam está relacionado con el recrudecimiento de la guerra. Y unos pocos años de diferencia podían implicar batirte entre unas posibilidades mucho más altas de morir, lo que conllevaba el clima de inmoralidad en el que se mueven los soldados de Platoon. Lo expone el mismo Sargento Elías cuando Chris le pregunta si cree, como Burns, en lo que hace, y responde: "en 1965 sí, ahora... no".

Parecido tuvo que ser el sentimiento de nostalgia de tiempos pasados que, en la realidad, oyó explicar Ronnald J. Glasser a un soldado: "Me gustaban más cómo eran las cosas en el 66. Entonces era, más o menos, una guerra entre hombres. Ahora estás tranquilamente sentado y saltas por los aires. Esto no tiene gracia".

El debate de la peli se centra en la visión de dos hombres, Elías y Burns. El primero es un tipo que ayuda a los novatos, tiene principios que aún conserva entre el caos rondante y además comparte humo a través de su M16. Concluimos que Elías es gente maja:


Por otra parte, tenemos a Burns, un personaje al que amamos y odiamos por igual. Cómo no lo vamos a amar en el momento en que llega al grupo de fumetas que están confabulando su muerte y les espeta:

"Estáis fumando esta mierda para huir de la realidad. Yo no necesito esta porquería. Yo soy la realidad. Así ha sido siempre y así será."

La película se engrandece porque detalla situaciones propias de la guerra del Vietnam que no habían sido reveladas antes. Por ejemplo, reflejar la impresión que tenían algunos soldados de ser inmortales, al ver caer a todos los compañeros pero sobrevivir ellos ("Mierda, me han dado. Pensaba que era inmune"), o las trampas que empleaban para que les llevaran al hospital, cuestiones nunca tocadas en las anteriores películas sobre la guerra.

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El desencanto del pelotón en la ya citada “Los chicos de la compañía C”, se transformaría en “La colina de la Hamburguesa” (1987) en rencor y odio hacia todo lo externo a Vietnam, reforzando, al mismo tiempo, los lazos de la unidad. Porque los novatos llegan con malas noticias acerca del recibimiento que brindan los ciudadanos a los combatientes en la guerra; porque algún hippie se estará jodiendo a tu novia, calzando tus pantuflas, pisando tu jardín; porque la prensa habla sin tener ni idea de lo que es vivir y morir en la jungla. Estamos tan solos que más nos vale llevarnos bien entre nosotros, colegas.

Aunque la película se realizara con actores prácticamente desconocidos, es inevitable fijarse en uno de ellos, que está tremendo en su papel de médico (Doc), el motherfuckin nigga Courtney B. Vance.

En la siguiente escena, lo vemos totalmente fuera de sí, al no ser capaz de poner nombre a las bajas, pues la chapa identificativa (la que lucen ahora como adorno esos modernillos-bizarrines que odiamos tanto) ha volado junto con la cabeza de uno de los soldados.

Resaltar también el temazo “We gotta get out of this place” de The Animals, tan bien acoplado en la escena de los helicópteros. Y uno de los mejores diálogos de la película, en el que las ensoñaciones acerca de volver al hogar son interrumpidas por la cruda realidad: es posible que la gente siga igual, pero tú, después de Vietnam, has cambiado.

Finalmente, los chicos tienen como misión hacerse con la colina 937, que se llamaría más tarde, y por razones obvias, la colina de la Hamburguesa, una fiesta de carne picada basada en hechos reales.

El tono, aunque no es efectivamente tan fascistoide como el de nuestro bienhallado John Wayne, tampoco es precisamente de protesta. Y si no escuchen, mis queridos amigos, las razones que aduce el jefe del pelotón ante la inquisitiva prensa y díganme si el gesto de achantado del reportero no les recuerda a alguna peli:


Nada más por el momento. Disfruten de su vida fuera de la jungla, amigos del asfalto.

Próximo capítulo: La chaqueta metálica, Corazones de hierro y Nacido el 4 de Julio.

jueves, noviembre 02, 2006

Pelis de Vietnam (II)

Me siento una pequeña hormiguita ante esta película. No sólo por el resultado sino sabiendo, al menos en parte, cómo se hizo. Lo que quiero decir es que es difícil explicar un diez sobre diez. Quizás podría empezar, me dije, haciendo gala de un estilo dadaísta, qué tal con: “Hoy os voy a hablar de una película que tal vez pocos conozcáis, se llama Apocalipsis Now y me hizo de llorar”, exponiendo, a la vez, mi sensibilidad a flor de piel.

Hay pequeñas verdades en la vida como que a la mano cerrada la llaman puño, que los heavys follan más bien poco y que Apocalipsis Now es un peliculón. Así que poco voy a decir que no se haya dicho ya. Aún así, me he metido en este berenjenal y no puedo hacer más que entusiasmarme.

This is the end, my only friend, the end...

Comienza Apocalipsis Now y lo más increíble es que lo hace a pesar del desorden y el caos que implicó filmarla (238 días con 27 millones de dólares) y montarla (250 horas rodadas).

A Coppola, genio y lúcido, se le fueron las cosas de las manos. Eligió el emplazamiento de las Filipinas para rodarla, lo que dio una sensación de veracidad increíble a la película; daban fe de esto las caras empapadas en sudor de los actores en la jungla, bajo el clima tropical.

El propio director mantuvo también varias reuniones con el Dictador Marcos, quien les proporcionó pilotos y material militar. Las consecuencias de escoger un lugar tan alejado e inhóspito se vieron reflejadas en el presupuesto de producción. Coppola no se cortaba un pelo en cuestión de catering. A veces se hacía traer víveres para sus - de todo menos frugales - ágapes directamente desde América hasta una casa que se había hecho construir dentro de un volcán inactivo, al que sólo se podía acceder en helicóptero.

A lo Hitchcock: Director, director de fotografía y diseñador de producción.

Grande de grandes. La situación comenzó a complicarse cuando desde Estados Unidos empezaron a pedir explicaciones. Mientras, en Filipinas se sumergían entre un montón de metros rodados pero apenas diez minutos salvables para el montaje. Una combinación de drogas, casas de masajes, tifones y unos actores que eran de todo menos “buenos chicos”, hicieron dogma la tan mítica frase de Coppola: “Apocalipsis Now no es una película sobre el Vietnam, es Vietnam”.

La escena inicial, en la que Willard está “esperando una misión”, tenemos en realidad a un Martin Sheen que llegaba de USA con graves problemas de alcoholismo Y que de hecho se quebró realmente la mano al chocar contra el espejo. Al “corten” de Coppola, Sheen replicó que quería explorar ese dolor.

El papel les chupó la sangre a la mayoría de los actores, llevándolos a límites interpretativos conseguidos también gracias a la libertad que daba el director, con la ausencia de marcas y un guión flexible, que logró una mayor espontaneidad.

Realmente, la primera de las escenas que se rodaron fue la patrullera de Willard, que introduce la escena más logísticamente imposible de la vida como director de Coppola, el ataque de la caballería aérea de Kilgore.

Mientras a Clean (el adolescente de 14 años, Lawrence Fishburne) los bombardeos masivos, dice, le chupan el aire de los pulmones, a Kilgore le da la pura vida el NAPALM mañanero. Megáfono en mano, restaura un orden californiano en medio del desorden oriental.

El Coronel Kilgore es un personaje del que se pueden sentir muy orgullosos ambos, Robert Duval y Milius (co-guionista) que ya había transmitido en “El gran miércoles”, la elevación del surf como modus vivendi. En esta película hay también unas cuantas escenas referentes al reclutamiento forzoso de unos muchachos que eran arrancados de aquella bondadosa tierra americana, y las ridículas y locas tácticas que se vieron obligados a emplear para escaparse de ella: unas filas interminables de jóvenes con falsas piernas rotas, simulaciones esquizoides y ultramaricas que pretendían salvarse de ir a la guerra.

Así que Kilgore podría simbolizar la demencia triunfante en Vietnam. Si nos joden, hacemos surf sobre sus olas, si se esconden en sus madrigueras, nosotros esparcimos las cartas de la muerte para que sepan quién ha pasado por aquí y que nos vean venir, big guts, con La cabalgata de las Valkirias resonando sobre sus aldeas. Es la locura del superviviente, porque está por encima de todo peligro.

Continúa el viaje a lo largo del río. Y la lectura de los dossiers entregados a Willard, mientras a él le caen gotas de sudor, al sentirse tan profundamente atraído por la figura de Kurtz. ¿De verdad quieren matar a este hombre?

“No hay que salir nunca de la lancha”. Llega un momento de diversión artificial: el espectáculo de las conejitas de Playboy a ritmo de Suzie Q. Poco más que una paja interrumpida cuando las chicas tienen que abandonar la plataforma en el bunny-chopper, acosadas por los soldados. (Redux)

Parece que los habitantes de la patrullera tienen un respiro fugaz, la suerte de encontrar la estación abandonada y el trato combustible-playmates, da paso a unas tragicómicas escenas, con Chef tratando de recrear su propio póster de Miss Diciembre y un Lance impregnado de ácido que hace caso omiso a la triste y patética historia que le cuenta la playmate del año. Mientras, la cámara subjetiva sólo tiene ojos para sus tetas. Como siempre, la realidad se impone, con el cadáver que cae pálido y tieso sobre el suelo. (Rx)

Ya de vuelta al río, se encuentran un sampán en apariencia inofensivo que transporta víveres. Pero el dedo en el gatillo de la metralleta de Clean se mueve rápido, a un movimiento sospechoso. Chief, que sigue los preceptos militares al pie de la letra, quiere llevar a la chica, que aún parece viva, a un hospital. A golpe de pistola, Willard acaba con los trámites ridículos de una guerra en la que se mata indiscriminadamente, para luego poner parches de falsa moralidad sobre los casi-muertos.

La última puerta, el Puente de Do Long, es el sindios donde unos soldados luchan sin ningún tipo de mando contra la única voz, la de un Charly que resuena a lo lejos. Una vez recogidas las últimas instrucciones sobre la “eliminación” de Kurtz, la patrullera continúa la navegación más allá del puente.

Lance y su Purple Haze

Tras la perdida del joven Clean en una emboscada, nos encontramos con la escena de la plantación francesa, de la que Coppola prescindió en la primera versión por considerar que la interpretación de los actores franceses no estaba a la altura. De hecho, se enfadó bastante en un principio: “Vamos a hacer como que esto nunca hubiera existido”, dijo después de verla, por todo el cuidado y dinero que se había puesto en la recreación de las escenas.

Los fantasmas del antiguo esplendor colonial, entierran a Clean junto al resto de la tripulación, con los honores de una raída bandera norteamericana. Como anécdota, el rodaje de la cena se filmó con luz natural, siguiendo el movimiento del sol al anochecer.

Están llegando al final del río y Willard siente que la atmósfera es diferente. No hay sitio en el templo de Kurtz para Chief, que muere atravesado por una lanza, mientras intenta ahogar a Willard, a quien lleva culpando durante todo el viaje de la kamikace misión que ahora ha acabado con su propia vida.

Les recibe un fotógrafo tarado que extiende los brazos en señal de bienvenida. Este personaje se escribió basándose en uno real: el hijo de Errol Flynn, que había sido fotógrafo en Vietnam y al parecer se había perdido por los más remotos lugares de Oriente. Interpretado por Dennis Hopper, quien afirmó no recordar nada ni del rodaje de Apocalipsis Now ni de los dos años posteriores a éste, el personaje se pierde en diálogos sin sentido, admirando sin restricciones a Kurtz, que aún no ha aparecido, aunque su leyenda sigue magnificándose.

Para la construcción del templo, morada de Kurtz y fin del viaje, se utilizaron, como bonito y macabro atrezzo, las cabezas cortadas de muertos ficticios, puesto que eran, en realidad, las de unos figurantes que se pasaron horas con el cuerpo bajo tierra, sudando tinta.

Fue tal la “pasión” que puso en el templo Dean Tavoularis, el diseñador de producción, que incluso dormía en el mismo, con todo un montón de material real –humano– que se agolpaba en la entrada, atrayendo insectos, gusanos y ratas. Siguiendo con la demencia habitual, se cuenta una anécdota que afirma que el diseñador de producción compró varios cadáveres a uno de los nativos y luego los habría conservado en formol. LOL!

En realidad, cuando Marlon Brando apareció en Filipinas cebado como un cerdo, a Coppola, ya bastante nervioso por la resolución de la película, casi le da un ataque al corazón. Para mayor desesperación del director, Brando confesó que ni siquiera se había leído el libro “El corazón de las tinieblas”, sobre el cual había basado la película. Así que el propio Coppola le leyó el libro a Brando, en voz alta, como a los niños, mientras discutían sobre cómo reescribir el guión. De todas formas, el precio de divo que se cobraba Brando mereció la pena. Fue él mismo quien dio las claves para la resolución de su personaje y, al fin y al cabo, del propio final de la película. Muchos de los monólogos de Kurtz se quedaron fuera del montaje, aunque Coppola introdujo uno de ellos en la versión del Redux, un discurso más político donde Kurtz pone en evidencia la hipocresía americana en Vietnam.

Esta película es un desastre de 20 millones de dólares, ¿por qué nadie me cree? ¡Creo que me voy a pegar un tiro! (Coppola en Heart of Darkness)

La desmoralización marcó a Coppola durante todo el film. Sus problemas empezaban con que su propio capital estaba en juego, además de un crédito que había pedido, sobrepasando el presupuesto inicial; el cambio de actor principal (se despidió a Harvey Keitel para el papel de Willard a última hora y ya en Filipinas); el ataque cardíaco que le dio a Martin Sheen en mitad de la película; un terremoto, el tifón que arrasó con los decorados y, además, las desapariciones de helicópteros a merced del gobierno filipino, que los necesitaba para luchar contra los rebeldes del sur. Las discusiones con el guionista Milius eran también constantes, puesto que este último se quería ceñir más a la obra de Joseph Conrad y establecer un paralelismo con la Odisea que podía fracturar la historia. Todo el conjunto era más que suficiente para volver a alguien rematadamente loco.

Finalmente, ante las críticas recibidas desde la prensa americana, que tachaban el proyecto de auténtico desastre, Coppola presentó la primera versión en Cannes en 1979, dándose prisa en el montaje. Sobre el Redux los críticos han hablado mucho, aunque personalmente creo que es envidiable que se pueda rehacer una obra tantos años después y Coppola tenía material de sobra para hacer no una nueva versión, sino varias.

Bueno, amiguitos, nos despedimos con este vídeo, un fragmento del documental que realizó Eleanor Coppola sobre cómo se hizo Apocalypse Now. Si pasan directamente al final, verán al prepúber Lawrence Fishburne totalmente fumado. Desde aquí se te ama, Lawrence, canelita en rama que eras, eh.

Próximo capítulo: Rambo, Platoon y La Colina de la Hamburguesa.

domingo, octubre 15, 2006

Pelis de Vietnam (I)

La pasada noche John Wayne me habló en sueños, al igual que hizo Cela en su día, sólo que esta vez, en vez de regodearse con la terrorífica imagen del barreño, el subconsciente me llamaba por mi nombre y repetía a un ritmo frenético “¿es que ahora, que has conocido el hamor, ya no vas a hablar de mi hobra?” Después, me colocaba una chapita “antinuclear”, y en ese preciso momento me despertaba entre espasmos.

Así que recordé (¡recordad el Álamo!) que tenía una misión, ya que John estuvo allí en pos de una de las películas que bien podría ser englobada dentro de esta clasificación del “derechismo bien entendido en el cine de acción”. Su nombre es "Boinas Verdes" y la kaleidocámara ha captado uno de sus mejores momentos, como no podría ser de otra forma.

En este fragmento, observaréis cómo los militares se muestran buenos tipos que, además de saber varias lenguas y ser de lo mejorcito en sus respectivos campos, contestan con inmensa sapiencia a los “periolistos”; achantando a aquellos que se atrevían a dudar acerca de la labor humana que desempeñaba el ejército norteamericano en Vietnam. Preguntas que se hacía la sociedad en ese mismo momento en que la película fue llevada al cine (1968), cuando los chicos estaban siendo llamados a filas.



Después de esta meta-propaganda, sal y pimienta en el esfínter de cualquier hippie que se precie, llegaría la oscarizada “El Cazador” (1978) No sé ustedes, pero cada vez que veo esta película descubro algún detalle que se me había pasado por alto. ¿Por qué Mike espera hasta el último segundo y decide no matar al ciervo? ¿Qué extraños designios pasaban por la cabeza del personaje de De Niro?

La primera parte de la película transcurre de forma lenta en una pequeña comunidad de inmigrantes rusos. Aquí se nos presentan los personajes y su abocación a la tragedia: esas diminutas gotas de vino tinto que caen sobre el vestido de novia, desapercibidas en el alborozo de la boda, presagian, sumado al encuentro con el circunspecto Boina Verde, que algo horrible va a suceder.

La calma de los bosques es sustituida abruptamente por la imagen del horror. Tras la captura y el kamikace plan que urde Mike (con dos big pelotas), ya nada volvería a ser lo mismo. En busca de su compañero atrapado por la experiencia, el cazador se encuentra con el retrato que revolvería tripas y corazón de cualquier ser humano. Quizás un presagio también de la ya célebre frase “demacrao like Christopher Walken”.

Walken in the wild side

Durante la entrega de los Óscars, en la cual esta película resultó premiada – dicen que para exorcizar el pasado vergonzante de América en Vietnam- con cinco estatuillas, una Jane Fonda encolerizada acusaba a la película, junto con un montón de amiguitos de izquierdas que se agolpaban con pancartas a la salida, de ser un film racista (aunque ni siquiera la había visto) y de reflejar el punto de vista del Pentágono sobre la guerra de Vietnam. El director, Cimino, tuvo que lidiar con ese terrible malentendido.

Además, para mayor paradoja, era el mismísimo John Wayne quien entregaba uno de los premios, concretamente el de “Mejor película” (la verdad, me gustaría haberle visto la cara en ese momento).

Parece también muy probable que Coppola se estuviera mordiendo las uñas en su asiento de pura agonía, al ver cómo la película de Cimino resultaba premiada y elogiada, mientras los titulares en la prensa se mofaban del tardío estreno de su propia película sobre el Vietnam (Apocalypse, when?).

Ese mismo año se estrenaría “Los chicos de la Compañía C”, que pasó mucho más desapercibida aunque es una de mis favoritas, obviando las masterpieces (abrazando la pedantería dantesca y en cursiva, K.) .

El hilo conductor es un muchacho que quiere ser escritor y se alista de forma voluntaria en el ejército. Su desencanto se ve reflejado cuando reflexiona… “Quisiera escribir sobre lo que ha pasado hoy pero ¿quién se lo va a creer?”.

Antes de irse a la tierra prometida, deberán pasar una instrucción, con el típico sargento hijodeputa que no hace más que reventar pelotas a diestro y siniestro, con lo que se suceden cómicas escenas como la siguiente. ¡Al que me mire lo pateo!



Ya en Vietnam, la totalidad del grupo va a parar a manos de un teniente más obsesionado en hacer el recuento de bajas que en salvar culos, con lo que se ven solicitados para misiones estúpidas, inmorales y peligrosas. Todo ello para conseguir tres días de baja en una playa (seguramente se referían a “China Beach”, uno de los lugares de descanso de los soldados).

Mientras, van cayendo hombres y el desengaño estaba escrito en las bolsas de plástico negro para cadáveres. La música suena a un ritmo lento: “Uncle Sam, I´m in Vietnam, it´s a jungle, it´s a prison...”



Resumiendo, amigos, que esta película es un MUST.

Saludos y les emplazo a la próxima entrega con mucha alegría: Apocalipsis Now

miércoles, octubre 04, 2006

Off topic: V de Vicioso en Sitges

Tengo que anunciar que, si nadie lo remedia, estaremos con todos los critters en el espacio "Brigadoon" este domingo 8 de octubre en Sitges. La entrada es gratuita. Aunque si eres pobre de bolsillo, pero no de corazón, amigo de la trash; dirijo tus pasos a la tienda Freaks en Arc de Triomf donde se encuentra ya el DVD a un módico precio y que incluye, además de la película (también en emule) a high resolution, los extras y el making of.

Para ir abriendo boca, podéis recrearos con el reportaje de Quequé para Noche Hache, donde Roger, nostálgico, recuerda que ya no se ve en la tele eso de comer ratas a la hora de la merienda.

Y aquí os dejo, para finalizar, la arenga de Mike Donovan (lo veréis un poco destrozado, pero lleva 20 años sin dormir) a sus muchachos de la resistencia que una buena alma del pretanama ha tenido la gentileza de subir a youtube.



"Putos lagartos de mierda, me podréis quitar la vida pero no me podréis quitar la libertad". Emotivo y epatante al mismo tiempo.

Un saludo, amigos de lo sórdido.

lunes, octubre 02, 2006

Pelis de Vietnam, una introducción al Horror

Atrás quedaron los años de las nanas que me cantaba mi madre: “Duerme, duerme negrito que tu ma-ma está en el campo”. Y, dentro de esta misma línea bostaprogre, “los vietnamitas son pequeñitos, son pequeñitos, son pequeñitos… pero con unos corazones así de grandes así, así”. Aquí hacía un gesto con las manos para engrandecer lo que había sido la humanidad del Vietcong mientras yo hundía mi cabeza en la almohada y caía en un sueño plácido, pues sabía que los comunistas velaban por mí y por el mundo en general.

A los catorce años me introdujeron sutilmente en el pequeño universo de la locura que había generado la guerra de Vietnam entre sus combatientes. Ocurrió de una forma extraña, en la UVI infantil del hospital, donde me encontraba convaleciente de una meningitis. Aunque veía doble, el bueno del doctor Casimiro trajo una tele para que viera Toy Story. Cuando acabó, me preguntó qué actor me gustaba más de entre los que pegaban fuerte por entonces, si Brad Pitt o Leonardo Dicaprio. Yo le dije que ninguno de ésos, que a mí me gustaba Robert De Niro. No conocía más que su trabajo en Novecento, que me puso mi madre en el vídeo a los 10 añitos para que me percatara de lo malosos que eran los fascistas y tal, pero por lo que vi, sabía que no servía como bullicio uterino para niñatas. Pensaba que aquello impresionaría a Casimiro y, sin embargo, sólo se quedó parado un instante y sonrió.

Al día siguiente, el cabrón de Casimiro me enfuchó un vhs de Taxi Driver que, supongo, se habría traído de su casa. Un deficiente mental de 13 años con una sonda en el cerebro y una niña de cinco con las tripas fuera debido a un accidente con un camión, compartían la voz en off de Travis y los tiros. No entendí nada. Aquella mierda no iba de fascistas ni de comunistas, ni nada que pudieran explicar unos padres progres-exhippies. Me acojoné. Pero les dije a mis progenitores que trajeran los bombones más caros de la ciudad para el doctor. Dios te bendiga, Casimiro.

Partiendo de ahí, he ido conociendo diversas historias y ninguna me ha dejado indiferente. El por qué esta guerra y no otra han dejado un número sin par de brillantes joyas para nuestras córneas delicatessen y oídos acostumbrados a casi todo tipo de salvajadas, no es difícil dilucidar que, además del extenso material disponible, tiene mucho que ver con que era la primera vez que la potencia mundial, tan vencedora hasta entonces, se encontraba con las primeras derrotas asiáticas. La última fue al menos aprovechada, sobre todo durante las décadas de los 70 y 80, por grandes mentes que reunieron a los mejores en sus respectivos campos. En torno a las batutas de Kubrick, Oliver Stone, Coppola o Brian de Palma, Vietnam pasaba a la historia en forma de séptimo arte. Vieron en el conflicto un filón increíble; no era para menos…

“Te diré por qué sonrío, pero te hará volverte loco” un marine del Cuerpo Táctico 1.

Estados Unidos se acerca por primera vez a este pequeño país desde la soberbia, mandando antiguallas, aviones que habían servido en la Segunda Guerra Mundial, pensando que aquellos ínfimos esfuerzos acabarían con esos pequeños chinorris que, en fin, debían estar algo pirados porque iban en pijama por la calle.

Mientras la guerra se iba recrudeciendo, iban llegando jóvenes que disfrutaban del American way of life en su punto más álgido. Arrancados de sus hogares hacia esa tierra en el culo del fuckin fin del mundo, se marcaban un doble tripi: uno, obligatorio en el avión y, el otro, a elegir o mezclar entre el abrazo de la heroína calmosa, la mariguana, o sencillamente pasar to the other side de la mano del siempre amigo LSD.

Era la primera vez que las drogas jugaban un papel tan fundamental en la vida de muchos de los soldados. No era extraño que algún muchacho traspasara ese umbral hacia otro mundo indescriptible y, habiendo mandado a su novia en EEUU la oreja de un vietcong, se preguntara por qué ésta había dejado de escribirle.

“Conocí una vez a un coronel que tenía un plan para acortar la guerra echando pirañas en los arrozales del norte. Hablaba de peces pero sus ojos estaban llenos de megamuerte” Herr, Despachos de guerra.

Dentro de este paisaje humano fuera de lo común, no era difícil que el mando – cuando lo había – sucumbiera al encanto de la demencia. De alguna forma, era también una manera de sobrevivir. El soldado raso podía tener suerte y encontrarse con un pirado de ideas pantagruélicas como la de arriba pero que, al mismo tiempo, era capaz cuidar de sus chicos por la experiencia que tenía en territorio vietnamita. Menos afortunado era el que se topaba con un teniente, recién salido de West Point, quien imponía ridículas normas académicas que de poco servían en la jungla. Como, por ejemplo, obligar a vestir el uniforme reglamentario o salir en busca de Charlie en un arrebato de heroicidad recién aprendida. Muchas veces, los subordinados no acataban esas normas porque… se repetía, “¿qué van a hacerme si no…? ¿mandarme a Vietnam?” En otros casos más extremos, se llegaba a eliminar a esta persona que ponía en peligro las vidas de la unidad, si tenía una conducta temeraria originada por la completa ignorancia de lo que significaba la verdadera batalla en Vietnam. Así que, para salvar los propios culos, mediante el llamado “fragging”, iban cayendo oficiales.

A golpe de Zippo y gasolina, se alivia la tensión tras un duro día.

"Sí, claro, los negros no obtienen ascensos con la facilidad de los blancos. Tampoco la casa IBM les asciende, ¿verdad que no?” citado en 365 días, de Ronald J. Glasser

Es cierto que negros e hispanos cayeron en mayor proporción que los rubios, trampas y emboscadas para los hermanos niggas. Porque no nos engañemos, la convivencia igualitaria entre negros y blancos sólo sucede en algún anuncio descabellado de Benetton y en los pianos, donde conviven en armonía las teclas interraciales.

Luchar juntos era fácil, porque les unía un enemigo común. Pero en la espera, llegaban desde casa noticias desesperanzadoras, como el asesinato de Martin Luther King y en la Red de Emisoras de las Fuerzas Armadas seguían silenciando la música de aquéllos que no eran considerados como el prototipo del buen negro.

“Jimmy Hendrix sí que sabía de qué iba el rollo”

De Charlies y Dinks

Qué jodienda debía suponer disparar al vacío, buscar a alguien invisible para seguir vivo un día más. Explica Herr cómo se encontró con ese odio exacerbado hacia los amarillos, cuando un coronel le explica por qué se comenzó a usar el nombre de “Dinks” para designar a los, hasta ese momento, “Charlies”:

Apuesto a que usted siempre se preguntó por qué les llamamos Dinks en esta parte del país. Lo inventé yo. Le explicaré, a mí nunca me gustó que les llamasen Charlie, bueno, yo tenía un tío que se llamaba Charlie, y me caía muy bien, la verdad. No, Charlie era demasiado bueno para esos cabroncetes. Así que me puse a pensar y me dije, ¿a qué se parecen en realidad? Y se me ocurrió Rinky-Dink. Les va perfectamente. Rinky Dink. Pero era demasiado largo, así que lo acortamos un poco. Y por eso les llamamos Dinks.

¿Es Photoshop?
No, es el horror

“Ain't no use in going home; Jody's got your girl and gone. Ain't no use in feeling blue; Jody's got your sister, too. Ain't no use in lookin' back; Jody's got your Cadillac...” Canción militar

Habiendo sobrevivido – caerán mil a tu lado, diez mil a tu derecha, no caerás tú – aún les esperaba la dura vuelta a casa. Había más bolsas de cadáveres y vergüenza que desfiles y flores. También estaban aquellos que, decían, sólamente tenían lágrimas para los vietnamitas muertos, así que los muchachos que habían mandado, recibían muchas veces espaldas en vez de brazos. Todavía hoy se mira con recelo a esos extraños veteranos ...

lunes, septiembre 25, 2006

Parejita de moda

Mi pequeño corazón bicolor de gominola, ¿no te gustaría ir esta tarde al Ikea? Tenemos el nuevo piso vacío de muebles y a mí, habiendo cobrado la mensualada, no me parece de recibo tener el culo pegado al parquet mientras visiono la televisión.

¿Pero acaso no lo llena todo nuestro amor? ¿Qué ha sido de nuestros planes?

Vayamos los dos, en mutua compañía, y quizás encontremos algo de nuestro agrado.

Cariño mío, ¿no te parece que esta escobilla de váter resume toda nuestra filosofía vital?

¿Y qué me dices de esta chaise longue a bajo precio? Es tan inconcebiblemente hermosa que se me están poniendo los pelos como escarpias. ¡Abrázame fuerte!

Sellemos nuestro destino aquí por siempre, pues es éste el mundo mejor que forjaron nuestros padres para nos, y con sendos esputos sangrientos en la palma de las manos, firmemos esta declaración de amor. Que el pago a cómodos plazos de esta cocina extraíble con baldas regulables no lo separe el hombre.

Te quiero, Pamkin.

Te quiero, Joni Buni.

martes, septiembre 12, 2006

Cómo conocer gente maja en Internet

Bienvenidos, amigos, a otro panfleto barato de las artes amatorias en la red. En otro intento más de ridiculizar a la gente y hacerlos quedar como los más menosmola, sugiero rendir homenaje a una página especial: Country Match, el Matchpuntocom de USA. Os preguntaréis por qué me voy tan lejos si aquí mismo puedo encontrar bonitos ejemplares de degradación humana. La respuesta es bien sencilla, prefiero que me hackakereen, me spameen y me dediquen insultos agraviosos desde el otro lado del charco.

Ahora que está todo aclarado, vayamos a lo que nos interesa: profiles con fotos de esa bendita web. Aquí tenemos al cowboy cristiano, no me digáis que no lo amáis:


En esta página puedes encontrar lo que buscas, desde Missisipi a Nebraska, habrá algo para ti. Miren con lo que me he topado cuando buscaba una compañera sentimental lesbiana de 70 a 80 años, una viuda hawaiana que nos enseña la valiosa lección de que nunca es tarde para replantearse la propia condición sexual:

Podría ser tu abuelita

Aparte de estas delicias al alcance de cualquiera, también está, por qué no, la posibilidad de conocer a famosos que, nuevos en la red, pierden todo espíritu de jerarquía. Así, mi reverenciada Eva, se habla de tú a tú con John Waters (en el myspace hay más flow, y las cosas suceden de modo diferente), también puedes quedar con un conocido artista polifacético y follártelo a gusto (basado en una historia real), pero no diré nombres porque no me gusta señalar con el dedo.



Por mi parte, escribiré aquí, para vuestro regocijo y poniendo mis tripas sobre la mesa-blog barbacoa, una historia de amor y desamor, con altos mandos del ejército israelita y gente de la NASA implicada, acertijos, embriones y huidas.

Cuando cuento algún chiste antisemita la gente me suele preguntar “¿por qué tanto odio?” Y es entonces cuando sale de mi boca esta frase: Para que lo entiendas te tengo que contar…

… ¡la alucinante historia del Masón que conocí por Internet!

Corría el año 2001, Odisea en la red, y había diseñado una página minimalista feminista. Como me sentía una persona tope de profunda, colgaba mis poélicas que destilaban ese tufillo de admiración irrefrenable del que acaba de descubrir a John Fante, William Saroyan y Bukakkekowski. Cosas de la postadolescencia. En dicha vulnerabilidad, un hombre pareció interesarse por mi arte (mi arte vaginal), decía representar a una antigua casa judía de nombre X y cito textualmente “mi casa es una casa que vivía en este mundo hace muchos años. Vivía en este continente y tenía princesas y reyes cuando algunos pueblos no sabían ni lo que era una espada.”

El tipo no paraba de repetirme que yo era una persona sumamente sensible y me daba datos que eran más bien acertijos sobre “su organización”. Cuando digo acertijos quiero decir acertijos: o sea, que aquello era algo así como una jodida yimkana intelectual. Él me hacía preguntas y me daba pistas sobre dónde encontrar la información. Esa pista llevaba a otra y así sucesivamente. Yo le replicaba que estos jueguecitos no me gustaban pero lo cierto es que me pasaba horas en la biblioteca como una gilipollas. Al final, llegué a hacer hasta una ficha en Word que aún conservo con todos estos datos que son aún un jeroglífico para mí (Watkins, experimento Grace, el Rey Enrique II, templo de Rajipur Sikri). Joder, qué mal viaje.

Se lo conté a un amigo y me dijo que ese tipo se estaba riendo de mí, que posiblemente era un psicópata en silla de ruedas sin nada más que hacer que marearme. Estaba claro que yo no podía explicarle a nadie que se daban coincidencias extrañas y que allí algo olía a podrido. Como por ejemplo la vez que me llamó con prefijo austriaco y me contó algo de unos embriones y una nueva generación de super-hombres, o cómo me explicó con sumo detalle un accidente militar antes de que saliera en las noticias. Vale, que el tío me quería follar eso estaba claro, ¿pero no era plausible acaso que hubiese algo más?

Así que, cual Mata-Hari sin bragas, dispuesta a desentramar ese misterio, me dirigí a un hotel de cinco estrellas de cuyo nombre no puedo acordarme y donde habíamos quedado. Ni cabe decir que yo no había visto ni una puta foto de él y ni la había pedido ocupada en otros quehaceres, pero, como la abuelita hawaiana, sí recuerdo que se había expresado de este modo “Algunas mujeres me encuentran atractivo por la calle”. Por el camino, iba pensando que mucho asco no podía dar si alguien dice esto de sí mismo, y además qué coño, es sólo un polvo, y así SABRÉ MÁS.

Es entonces cuando abre la puerta un hombre de cuarentaymuchos, encorbatado, barriga y entradas prominentes. En ese momento me di cuenta de que yo no tenía ni estómago ni madera de detective y huí por el pasillo, sin mirar hacia atrás.

La moraleja de esta historia, queridos niños, es que aprendáis de kaleitroscópica, pidáis muchas fotos y no habléis con gente rara, y mucho menos con el hombre de los caramelos.

viernes, septiembre 08, 2006

Carlito Brigante


¿Puedo hacerte una pregunta personal?

La que quieras.

¿Has matado alguna vez a alguien, Charly?

Lo siento.

Bueno, la verdad es que no es una pregunta fácil, no puedo contestarla así.

Lo siento, olvídalo, no hace falta que contestes.

Cuando era niño en Harlem Este, los italianos decían que ningún latino podía ir al este de Park Avenue. Los negros decían “ningún puertorriqueño al oeste de la Quinta Avenida” y eso no nos dejaba mucho espacio para movernos. Por ejemplo, si quería ir a Central Park a jugar con los patos lo tenía fatal. ¿Qué hacía? Pues ir igualmente. Iba por la Calle 106 en Central Park cerca del lago y tropecé con una pandilla que me rodeó amenazándome, se me calentó la sangre, saqué la navaja y dije “vamos, pelearé con cualquiera de vosotros”. Dijeron “No, tío, ¡vamos a chingarte!”. Y sacaron pistolas caseras. Pistolas hechas por ellos, de ésas que tiras del gancho y disparas las balas directamente. Piiiiiing. Si te dan en la cabeza estás perdido. Ésa fue la última vez que me pillaron en pelotas, a partir de entonces llevé mi propia pipa. Me he cargado a algunos… sí, pero no es como si un día lo decidieras y ya está. Haces lo que tienes que hacer para sobrevivir. De algún modo, acabas donde estás.

domingo, septiembre 03, 2006

Madera de bloj: The Review

CRÍTICAS:
“Aburrido, soez y esdrújulamente rebuscado. El autor, que debería haber alcanzado ya la madurez literaria, nos toma por tontos en este ramplón juego de palabras sin significante y sin significado”. El País.

“Otro timo más de la mano de Íker Jiménez”. Libertad Digital

“No es digno de un Premio Nobel. Una vergüenza para el gremio”. José Saramago

“Me gustó más que Viaje a la Alcarria”. Jiménez Losantos

El libro post-mortem de Camilo José Cela, dictado íntegramente desde el Más Allá en psicofonías captadas por Íker Jiménez, ha despertado mucho recelo en la sociedad de críticos de nuestro país. Salvo contadas excepciones, se ha llegado a perder el respeto a una persona - que no olvidemos que está fallecida- con palabras dirigidas a su obra tales como “mierda, basura, no lo compres”, todo en la misma frase. Pero en esta España donde los muertos hablan, un ensayo sobre un tema tan en boga como el mundo de los blojs no es aceptado por todos y, sin duda, pasarán siglos (e incluso décadas) hasta que se trate a esta maravilla como lo que es: UNA OBRA MAESTRA.

¿A qué temen aquellos que lo critican? Pues que había que decirlo y él, amigos míos, lo ha dicho y bien claro. Sin haber sido una persona que en vida se preocupara en demasía por el prójimo y habiéndose labrado una reputación de personajillo gruñón (digamos que a la gente le jodía que ese hijoputa hubiera escrito La Colmena, por ejemplo), vuelve con una personalidad totalmente remodelada, tal y como afirma en su prólogo: “necesito enmendar el daño que he hecho, quiero ayudar a la gente”.

Me lo creo, Don Camilo. Y qué mejor manera para hacerlo que deleitándonos con este libro de estilo dedicado a los blojs, bitácoras y un millón de etcéteras para nombrar la misma cosa, en definitiva, una forma de comunicación que hoy en día emplea desde el adolescente rebelde hasta el ama de casa. La tecnología, con el Generador Postal 1.0, ya había intentado ayudar al blojjer que, inmerso en el mundo moderno con sus trajines cotidianos, no tenía suficiente tiempo para dedicar a su bitácora en Internet. Ahora, ¿por qué elegir programas fríos y robóticos cuando un verdadero maestro artesano te puede enseñar a escribir como los ángeles? Eso, amigos, no tiene precio. Pero, dudando que ustedes se quieran leer las casi quiniéntas páginas que forman este Decamerón de los blojs, les resumiré los puntos principales.

Un buen bloj (por Camilo José Cela, AKA motherfucker from Hell)

Para empezar, el atrezzo es lo más importante y con esto ya lo tienes casi todo ganado: como véis a la derecha yo este punto lo cuido mucho. Es primordial llenar tu bitájora de tonteridas varias, que van desde la mascota oficial a encuestas que pueden parecer ridículas aunque vitales para ti y los tuyos. Si eres mujer y tienes una parte del cuerpo que no dé demasiado asco, puedes hacerte una foto como la que yo tengo y así atraerás muchos rabos a tu página. No son rabos, son personas, y muchas veces blojjers, con lo cual esto nos viene de perlas. Si estás excesivamente obesa (nada que no pueda retocar el photoshop, mujer) y básicamente te da palo mostrarte pues eres de natural tímida, lo mejor es acudir a Google y buscar una foto de una chica bonita.

No hay buen atrezzo sin muchos links y éstos no os olvidéis que son la puerta de entrada a la blojosfera. Hay blojjers que este punto se lo han trabajado al máximo y no ha tenido que venir Don Camilo a enseñarles nada nuevo. Si pasado un tiempo no recibes un feedback, o sea, que las personas que has enlazado a tu página con toda tu buena intención no te enlazan a ti, puedes quitar ese enlace pues ellos no han sabido comprenderte en toda tu magnitud.

El nombre de tu bloj es algo muy personal, aunque el señor Cela insta a que te defina y, a la vez, que sea algo modesto, como que lo has hecho casi sin pensar, como que te la trae un poco floja. “Ya ves, pasaba por aquí y mira, al final me he liado y hasta me he comprado un dominio.” Ésta es básicamente la línea a seguir.

Para ser un blojjer crepe susset es necesario tener un perfil contundente, has de dejar claro que has visto muchas películas y que incluso te has leído algunos libros (lo que se llama vulgarmente en el lenguaje de la calle un "yonki de la palabra escrita") Que no eres un gilipollas cualquiera, vaya. Así, la gente que vaya a visitar tu página será más o menos del mismo nivel intelectual que tú, y hasta Don Camilo podría visitar tu webloj si das la talla, robándole la wifi en el averno al mismísimo Lucifer porque ello lo vale.

Soy bizarrRRo: me gustan los boleros y el jazz.

El contenido: Ésta es la parte del libro que deja un interrogante enorme en la cabeza de los lectores. Los blojs pueden tratar tanto temas mundanos como líricas que te llegan al corazón en un instante. Digas lo que digas, siempre será bonito referirte a otro amigo blojjer para que sepa que te acuerdas de él. Algo así como:

“Este artículo se lo dedico a 6dedosgordosdelpie por iniciarme en el hodio a los blojs y descubrirme un mundo nuevo. Gracias, hamigo. Te hamo.”

Y, por último, y no por ello menos importante porque, junto con los links, es la esencia de toda bitácora que se precie nos quedan los comentarios (comments, en inglés). Habrá mucha gente que dejará comentarios malignos de forma anónima. Sí, a ti, que has compartido un trocito de tu vida de forma totalmente gratuita. Esa gente ha destrozado a otros que tenían verdadera madera de blojjer. Se llaman trolls y, como en el boxeo, van desde los paja y superligeros a los pesos pesados. Aquí, Don Camilo, en su inmensa sapiencia nos recuerda que no debemos tenerles mucho miedo pues en la vida real también existen trolls, que son aquellos que van hablando mal de ti en la oficina, o blackandeckereándole la oreja a tus amigos. Pero ésos sabemos quiénes son y siempre podemos partirles la cara. AQUÍ NO. Así que cuidado con ellos, amigos blojjers.

Básicamente, disfrutad de vuestro pequeño y mágico espacio que Dios os ha otorgado en esta red de redes y no os dejéis amedrentar en vuestro empeño por gente que tiene poco más que el coeficiente intelectual de una cabra.

A blojjear! See you in hell motherfuckers!

Camilo&KGirl