jueves, septiembre 06, 2007

La libreta de multas

Una cuestión puede ser llevada del plano confidencial a la metafísica practicada con absolutos desconocidos que, a ser posible, estén tan ebrios como yo. Creo que esto me está ocurriendo con uno de mis temas preferidos: la libretita de multas.

He guardado este documento durante años con la única esperanza de que me sirva, en un futuro, como atenuante en algún posible juicio de asesinato. Variaría el “las voces me obligaron a hacerlo” por “mi padre me multaba si no lo hacía”.

A pesar de todo, siempre lo he considerado como una anécdota graciosa y, cuando mis interlocutores piensan que les estoy narrando algún trauma infantil, ellos me pagan con la misma moneda. Pero de qué manera. A mí humilde relatillo responden con historias de terror protagonizadas por familias disfuncionales. Sin embargo, nada comparado con lo mío, dicen, ¡tu padre estaba loco!, dicen.

Así que he llegado a la conclusión de que la gente no ve cómo corre en sus entrañas su propia mierda y, si la ven, la suya al menos no está parasitada. Ésta es una nueva metáfora escatológica para ilustrar lo de la viga en el ojo. No es muy buena, pero las cosas están así: son las siete de la mañana, aún no he dormido un carajo y para alguien acostumbrado a dormir dieciséis horas al día a lo Descartes style, mi organismo está entrando en un estado parecido al colocón. Mi mente procesa de esta forma extraña como guiada a encontrar la verdad absoluta (y todo eso).

Vayamos a la historia de la libreta. Comenzó cuando tenía siete años y duró unos tres años fiscales. Mi padre decidió que había encontrado un método para arreglar el problema de la paga. Se me asignarían 53000 pesetas al año, ¿parece una buena idea, eh? Pero sólo podría sacar dos mil pesetas de golpe cada mes. A partir de ahí, elaboró una lista con las multas y el precio de cada una, dependiendo del valor de la prohibición (de 100 a 300 pesetas) que incluían cosas como: llorar sin motivo, tirar papeles a la calle, ver la televisión más de una hora al día o hablar en “mal tono”. Cada vez que infringía una norma, él sacaba la libreta del bolsillo, anotaba un palito en su respectiva multa y descontaba la cantidad. Palito tras palito, me quedaba en números rojos al segundo mes, más o menos. Para estar a cero, debía compensar el dinero que yo le debía a mi padre a base de trabajos forzados como pasar la aspiradora, catalogar sus libros o fregar los platos.

El seis de enero, cuando comenzaba nuestro nuevo año fiscal, se hacía balanza con la nueva asignación y yo me apresuraba a sacar mis dos mil pesetas antes de que todo se acabase.

Como he dicho, alguno, tras esta historia tan tierna de amor paternal, se sincera con “Pues mi abuelo me enseñaba el merucu en las tardes de domingo” y toda clase de aberraciones similares.

Ah, claro, tu familia permitía que el abuelo Pedro te arrimara la cebolleta allá monte arriba pero mis padres son unos cabrones retorcidos.

Alguien me contó, incluso, que estuvo jugando con un “nuevo muñeco” durante dos días que resultó ser un esqueleto de niño - humano- Esto se explicaría por una posible excursión que realizaron sus hermanos mayores al cementerio en pleno uso de sus mentes psicotrópicas. Aunque yo prefiero pensar que se acercaron al monasterio del Escorial y cortaron un trozo de esa tarta rellena de merengue y jugosos infantes. Dejadme soñar.

Pero en fin, jugar a las tacitas de té con el Jack Skeleton que han exhumado tus hermanos no es nada comparado con eso de las multas: ¿de qué iba tu padre, era una especie de Doctor Frankenstein o qué?

lunes, julio 16, 2007

La noche de las empanadas rotas

Intentar seguir el ritmo con mi meñique derecho al son del merengue que atruena por los altavoces con un par de machos alfas completamente bronceados que me van dando progresivamente la espalda no es lo mejor para mi autoestima. Grito a sus indiferentes camisas blancas de Ralph Lauren que me voy al baño junto a la manada de hembras pero en lugar de eso me escabullo como puedo del compromiso puñetero y parto hacia donde se me valora como mujer, es decir, allá donde la mujer más que algo tangible es la sombra de ésta proyectada en las paredes de una habitación cavernosa: tertulia con Álex de la Iglesia.

Me asomo, oculto el mojito tras el toldo blanco, escucho a los curiosos proclamar su más que absoluta indiferencia a voz en grito acerca del gran buda que aposenta sus carnes en un sofá de Ikea:

- A mí esta gente que va de guays… No.

- ¿Ese gordo qué anuncia? ¿Magdalenas?

- No, tío, no. Es ése… sí, ése, lo tengo en la punta de la lengua, ¡el que hizo Torrente!

Es inevitable fijarse en la lorza de la nuca de Jesús Palacios, llena de conocimientos autodidactas que se le salen del cerebro y bajan hacia su espalda por pura fuerza gravitatoria. Ese mogollón de saber reconcentrado que toma vida mientras asiente me tiene hipnotizada y admiro, envidiosa, el nuevo órgano mutante que acabo de descubrir.

Pura lujuria con un toque de blur

Llega el turno de preguntas. Aquí ataca la horda de piratas new wave. Dios, no me moriré sin saber si al venerable le parece mejor que me descargue sus obras o que no las vea nunca en Dvd. ¿Qué crees que pensará, mamón?

Veo lo poco que queda de una empanada gallega mordisqueada al lado de la mesa de control con un súper relleno de bonito mientras el poderoso torrente trialcohólico formado por sidra, ron y cerveza fluye hacia mi mano derecha empujándome al abismo. ¿Alguna pregunta más? No la alces. Álzala. No. ¿Ninguna? No. Sujétatela con la otra.

- Sr. de la Iglesia, ¿se va a acabar esa empanada?

Pues si no hay más preguntas, eso es todo. Gracias.

Ya ha pasado la oportunidad. Ahora entiendo lo que sintió Peter Griffin al no beberse aquella sopa. Qué desatino.

miércoles, junio 20, 2007

Pepitilla Parade

Poco que contar sobre este tiempo en búsqueda del mojo. Aprendí que los seres humanos y las hormigas pueden convivir en el medio urbano en completa armonía; cavé una zanja con mi padre, tuvimos una conversación de hombre a hombre y encontramos una mina de azabache; me compré un volksauten; intenté iniciarme en el noble arte de la cetrería (en vano) y fui abofeteada por un camarero psicópata al que no le agradaba que me comiera el pan antes de que se sirviera la comida.

También el blog me absorbió como ente vivo que se desarrolla en mi ausencia. Ya sé que comments y estadísticas no sel kálate, Miyagui, pero tengo derecho a soñar… Fanáticos de la COPE, estraperlistas de links y ministeriosos, yo os amo.

lunes, marzo 26, 2007

Paradita


Doña Aureliana Maldía Traigo con DNI número 66645675 y domicilio en la Avda. de los Mundanos, puerta 3, escalera 1, a fecha 26 de marzo de 2007

EXPONE:

Que habiendo perdido la autora el llamado “swing”, se dispone a realizar un viaje espiritual para encontrarlo de nuevo.

Que dicho viaje no tiene una duración determinada y que en el transcurso de éste no es condición indispensable el dejar EL MEDIO, por lo cual es muy posible que la autora se manifieste en cualquiera de sus múltiples personalidades, mediante el - nunca llamado pero lo hacemos ahora- “trolleo consentido”, ya sea con swing o sin swing.

Que las causas de la pérdida del swing no se han esclarecido todavía, pero barajamos las siguientes:

- maldehamores

- ingestión masiva de orfidales

- bloqueo mental ante dilemas metafísicos y/o preguntas sin respuesta tales como “¿dónde está la mosca, aquí o allí?”

ES POR LO QUE SOLICITA:

Que los múltiples fans de este sitio envíen sus pésames temporales y tengan conocimiento de la estaticidad del blog hasta el re-encuentro con el llamado “swing”, para así evitar manifestaciones multitudinarias que enarbolen banderas rojigualdas pidiendo actualizaciones que no serán llevadas a cabo bajo ninguna amenaza hasta la supresión del no-swing.

Y PARA QUE ASÍ CONSTE:

Lo firma con sangre B+,

en Kaleito Town a 23 de marzo de 2007

La secretaria Himconpetente.

miércoles, marzo 21, 2007

Capturing the Kaleidoscopes

Estoy apurando una copaza de vino con Sara. No la veo desde hace mucho tiempo porque hemos tomado caminos diferentes en la vida: ella, más dada hacia los bienes materiales y yo, intentando alcanzar desde siempre la vida espiritual propiamente dicha. Vaya, que soy una pringada sin coche, sin hipoteca y sin ganas para ello.

Pero para entender esta relación de amistad, cuando ya no tenemos nada en común, hay que remontarse a la guardería, donde atravesamos nuestra fase anal juntas, metiéndonos margaritas y canicas por el culo. Más adelante, nos encontraríamos en el colegio, pasaríamos los veranos en los mismos campamentos (mar, montaña y granjaescuela, la santísima trinidad de nuestros padres) y soltaríamos gallitos de pubertad en los karaokes cantando la de: ni tú ni yo nos dimos cuenta que tras sus tetas no había corazón, sólo ambición uoooouooouoooo… Y tal.

Así que ahí estoy, enfrente de ella mientras me pone al día de toda la gente que podamos haber conocido: Anita se ha casado con un moro en los Emiratos, Javi guarda una botella de JB en su cajón – sí, eso ya me lo había dicho él- y yo, me dice, yo voy a poner parquet flotante.

Comprenderíais mi entusiasmo cuando, rauda, introdujo sus manos en el bolso buscando una foto en el móvil que ilustrara mi desconocimiento sobre los tipos de parquet existentes en este mundo. Tuve que pensar en alguna noticia que darle para que cesara en su empeño. Y recordé la llamada que me hizo mi madre hace ya un par de años, cuando me contó que acababan a meter en la trena a nuestro antiguo profesor de fotografía del colegio. Por lo visto, le gustaba hacerse gayolas delante de las niñas. Así que pongo esta sordidez en conocimiento de Sara. Ambas estábamos doblemente expuestas, porque no sólo íbamos a las clases del colegio, sino que también íbamos juntas a otra clase de fotografía – de pago - en el estudio particular del pede-rasta. El diálogo que siguió tras mi noticia fue más o menos así:

- ¿Y por qué coño íbamos a esas clases?

- Supongo que por la misma razón por la que nos apuntaban a música, natación, inglés, volleyball, radio, escalada, taller de matemáticas, piragüismo, bailes regionales, teatro…

- ¡Y a “orientación”!

- Es verdad, grandes gymkhanas las de “orientación”.

- Deberíamos ser putos genios ahora.

- Y con unos cuerpos esculturales, además. ¿Qué coño ha fallado?

- Ni idea.

- Oye, ya me acuerdo de por qué nos apuntaron a esa clase en concreto.

- ¿Por?

- El profesor era amigo de mis padres.

- Vaya. No es el primer pederasta que tus padres ponen en nuestro camino.

- ¿De qué hablas?

- Del escritor ése…

- ¿Lo conociste tú también?

- Sí, claro.

- Pero ése no era pedó-filo, era un viejo verde nada más.

- Qué dices. Salió en los periódicos.

- Salió en UN periódico. Ni siquiera lo denunciaron.

- Bah. Era asqueroso.

- Es posible, lo cual no lo convierte en violador de niños.

- Si el río suena…

- Lo que tú digas.

Me acabo la tapa de patatas al aliolazo y sigo con mis teorías:

- Bueno, yo no tengo por qué preocuparme. Recuerdo que los días que dábamos esa clase de fotografía, coincidía con gimnasia y teníamos que llevar chándal por narices. Aquello era una fiesta del táctel. Y es imposible trempar con esa visión.

Testimonio: un chándal de táctel de vivos colores - una lástima que no se aprecien- salvó mi tierna infancia

- Pues yo no tenía gimnasia.

- ¿Cómo que no?

- No, yo iba a la clase B.

- Ah, es verdad.

- Llevaba falditas.

- ¿Falditas de cuadros?

- Sí, joder.

- Ja-ja-ja. Señala en el muñequito dónde te tocó, Sara.

- No tiene gracia. Además no me tocó.

- Ya lo sé. En aquella época no se habría desviado aún.

- Oye, ¿quieres ver las fotos del parquet? Es que me tengo que ir en cinco minutos

- Claro.

Me las enseña. Y el hueco del salón donde va a ir el sofá. Y los putos pomos de las puertas. Pagamos y nos despedimos. Creo que van a pasar otros tres años hasta que nos volvamos a ver de nuevo.

jueves, marzo 08, 2007

España para los españoles

Durante estos días la gente está muy alterada. En las manis ya no se ven pañuelos palestinos, si no señoras con sus abrigos de visón que se nota que se han acicalado ya cuando cantan los pajaricos y que, sin mediar palabra, te ponen las manos tiznadas en blanco en medio de tu cara de nihilista.

Todo este asunto de la dieta de Chaos nos está alienando, os lo digo de verdad. Yo no hago más que escuchar ese nombre del infierno. Chaos, Chaos. Chau. Ah, ¿Que te vas? No, ¡que es una vergüenza! Y vuelta a empezar. Estamos dejando a un lado las cosas importantes: el paro, la especulación, los enanos y una posible invasión extraterrestre.

Kenneth Jonson lo sabía, sabía que cuando llegaran los lagartos íbamos a darles caña, que unos putos bichos verdes no nos quitarían nuestro vino peleón. Aquí os dejo la mítica intro de la serie V, donde queda claro que la resistencia de Córdoba los tiene cuadrados. Ésta es la situación de la guerra esta noche:


Siguiendo con la Sci-fi, un párrafo de Lem que se sitúa en la Tierra dentro de varios siglos, también me ha calado. Hall Bregg vuelve de las estrellas ciento veinte años más tarde y se encuentra con que toda la población, menos él y los pocos tripulantes que sobrevivieron al megaviaje, han sido betrizados. La betrización es algo así como una vacuna que se les pone a los niños nada más nacer. Anula cualquier capacidad violenta del individuo y te hace un flojeras acaramelado. Eso sí, no hay guerras en el mundo y todos son muy felices.

Por supuesto que, antes de implantarla, tuvieron que vencer a la resistencia. Y ahí es donde entra nuestra amada patria tocapelotas. El protagonista empieza a leer libros de historia y se encuentra con esto:

Un equeño ensayo sociográfico de Murwick contenía numerosos datos interesantes sobre el movimiento de resistencia contra la betrización, violento en sus comienzos. El más pertinaz había correspondido a países con una larga tradición de luchas sangrientas, como España y ciertos estados de Hispanoamérica.

Qué decir, a mí se me ponen los pelos de punta sabiendo que, ya sea contra los lagartos o contra la betrización, Spain is represented. Por favor, si tienen un hueco en alguna peliculilla de ciencia ficción, inclúyannos, incluyan la caspa, incluyan el elemento bizarro tan manchego, tan apañol.


Miguel Bosé avala la petición

miércoles, febrero 28, 2007

A modernizarse

Creo que ya va siendo hora de modernizarse un poco y meter una radio-flash como Myspace manda. Sí, esa dimensión paralela a blogspot y demás bitácoras que tienen un montón de letritas. La otra Internet, poblada por aquellos de los que nunca hablamos.

Acerca de su Dios omnipresente, Tom (es teclear su nombre y me corre un escalofrío por el cuerpo), proliferan las leyendas urbanas como la de que te resetea el ordenador al hacer clic en el link ver todos los amigos de Tom (casi 160 millones de coleguens) y puedo asegurar que no son sólo cuentos para asustar a los niños antes de irse a la cama.

No tener amigos en myspace es motivo de mofa –le hemos hecho un myspace a Marc, añádelo, no tiene amigos ja-ja-ja-, es algo sencillamente desternillante. Pero ahora, en una actitud solidaria y desinteresada, Tom se agrega automáticamente una vez que te haces una página en ese dominio. Entonces, las risas continúan, pero esta vez haciendo claras alusiones a su persona: Deiviz se ha hecho un myspace y sólo tiene un amigo, ¿adivinas quién es? y un montón de hahaha´s (que es como se ríen los anglosajones) detrás de la respuesta.

Aquellosdelosquenuncahablamos no teclean casi nada. No son dados, como nosotros, a procurar que la gente alcance el tao mientras lee nuestras interesantes conclusiones acerca de lo etéreo y lo mundano. Sus comentarios son zanjados por fotos cachondas, sin más. Y como mucho un “nos vemos en el Roxbury”, que es donde va la gente guapa. Olvidaos de las grandes parrafadas de los blogs al uso, tenemos mucha prisa aquí.

La otra dimensión es también un sitio estupendo para encontrar a tu media naranja. Aunque algunas, en vez de hacerse nuevos daguerrotipos, prefieren borrar todo signo de vida anterior empleando su dominio del photochocho en esas fotos en las que salieron tan majas y que ahora añaden a su profile. Véase la señora de la foto, Vishnú para los amigos.

No es un fake, no tengo la cabeza tan jodida como para imaginarme algo así.

Otra diferencia importante es que hay muchos grupos y celebridades que se hacen un myspace, aunque algunos son homenajes, que se dice. La mayor celebridad que tenemos aquí es Camilo de Orlys, que ha escrito algunos libros pero bastante delgaditos, todo sea dicho. Vamos, que no puedes coger un tochaco a lo Davinci Code y acojonar a algún colega diciéndole “mira, al que escribió esto lo conozco por mi blog”. Y entonces sí alucinan pepinillos. No es el caso.

Respecto a decir que tienes un myspace y decir que tienes un blog a una persona del mundo real, se pueden observar también los contrastes. Lo primero tiene un pase, la gente piensa que igual has compuesto un par de canciones con letras vivarachas de electro-punk-pop, de ésas que te llevan dos minutos escucharlas. Y en la sección fotos quizás hasta hay alguna picarona.

Lo segundo produce urticaria: saben perfectamente que estás soltando un rollo como éste, divagando simplemente porque no querías caer en la bajeza de postear el vídeo del mono que patina, con el título de “noticias frescas”. Son conscientes y es una pena. Una pena para nosotros, claro.

Puedes mentir. Puedes decir: uy, tengo una página web yoooo. Bueno, te par-tes. Una página, eh. Te mirarán suspicaces y te preguntarán la dirección. Estás perdido, sea cual sea tu servidor, vas a quedar fatal. Blogspot y Blogia tienen mucho que perder ahí porque ya llevan en el dominio el nombre urticarial. La Coctelera es más apañada pero si vas de listo con Word Press, la cagaste. ¿O es que pensabas que a estas alturas nadie sabe inglés? En apenas un microsegundo, la parte del cerebro de tu interlocutor dedicada a los idiomas hará las derivaciones precisas: Palabra->palabrazas->parrafotes->metafísica de veinte duros: Blojjjjjjj!

Porque no me vas a negar que te marcas muchas palabrejas ahí. Y con toda tu buena intención, claro que sí, pedazo de incomprendido.

Seguro que estáis pensando en lo mismo que yo, en la técnica del camuflaje. Ya está, me compro un dominio que están muy baratos y a vivir del puntocom. No quedo como un mandril delante de mis amigos y a la vez puedo seguir largando desvaríos.

Pero eres tan tonto como para no saber que en habiendo fecho esto, tus verdaderos datos quedan registrados y hechos públicos para cualquier persona malintencionada. Que miles de trolles habrán gungleado tu verdadero nombre y que estarás maldiciendo no tener unos apellidos más vulgares porque ¿te acuerdas del concurso de poesía que ganaste en quinto de EGB? Bueno, el colegio ha digitalizado todos sus datos desde el 84 y mucha mala gente se estará despollando ahora mismo leyendo tu particular visión en verso acerca de las flores y las mariposas.

El panorama resulta desolador, lo sé. Lo único que podemos hacer es acercarnos un poco más a las interfeis de aquellosdelosquenuncahablamos e introducir un bonito reproductor de música en forma de Ipod, que es lo que se lleva. Y a esperar que venga Tom. O cualquiera, vaya, que aquí no le hacemos ascos a nadie.

Ni siquiera a ti, amado lector de blogs. Vaya tela.

martes, febrero 27, 2007

Experiensia con el más allá

Había pensado en otro post, pero los acontecimientos han dado un giro inesperado hacia lo paranormal. Vamos, que estoy frikando.

Tengo un carácter científico y soy todo lo científica que pueda ser una persona que en un tiempo ya lejano supo resolver raíces cuadradas. No creo ni en los espíritus, ni en caspers, ni en retorcer las cosas hasta que cuadren en otra dimensión paralela llena de voces de ultratumba.

Estoy en el piso de mi abuela que está vacío desde el 99. El legado ha servido a veces de picadero durante estos años y ahora vivo aquí (a ratos). Las herencias en vida es lo que nos queda a los hijos del postmodernismo barato. Bien.

Introduciendo el elemento “yuyu”, os diré que en la habitación que da a la entrada dormían mis bisabuelos, que murieron cuando yo tenía cinco años. Es una habitación que ahora está llena de trastos incluso sobre sus camas. Cuando era pequeña recuerdo que me daba bastante canguele y pasaba rápidamente por delante de la puerta, con todas las luces encendidas. Pero desde hace mucho tiempo, no me parece más que un trastero kitsch fundido en gotelé.

Bien. Ayer por la tarde fui a ver a mi amiga troskista – sí, ya sé- a su casa. En sus restos de carnaval pude ver que tenía una serpiente de goma que acojonaba bastante. Le pregunté que si me la dejaba. Lo único que quería hacer con ella era atrezzar una bonita foto “jachonda”, que no sexy, con un pie más cachondo aún, rollo -tengo lombrices como anacondas-. Vale, una gañanería más, nada nuevo.

Explicado el fin, procedí a llevarme la serpiente a casa y la dejé donde dejo toda la mierda: en la habitación de la entrada. Vi la última de Almodóvar pensando que no estaba tan mal y me acosté tarde, a las tres y media ei em.

Leí un rato en la cama, dejé el libro en la mesita y, mientras estaba intentando dormir, me preguntaba si yo roncaría (entre otras muchas interesantes divagaciones) porque ésta es una pregunta que siempre he hecho pero ¿y si no me decían la verdad por miedo a herirme? Sí, roncas como un maldito elefante fumador de Ducados. No, nadie me había dicho que roncaba aunque yo no las tenía todas conmigo. Pensé en poner el reproductor de mp3s a grabar y luego escucharlo y salir de dudas pero, de repente, me acordé de la habitación de la entrada. Yo no creo en estas cosas pero una psicofonía a estas alturas de la vida… en fin, que no estaba para esos rollos. Me quedé dormida enseguida, sin saber tal cosa de vital importancia.

Hoy había quedado en ir a comer a casa de mi abuela, que ahora vive en otro sitio más moderno. Me había dicho que me iba a preparar un flan así que acudí a la llamada del caramelo cual mosca infeliz con hambruna de comida tradicional.

Estoy en la puerta lista para irme después del café pero, cuando le voy a dar a dar al botón del ascensor, pienso que se me ha olvidado darle dos besos a mi abuela. Todavía no he cerrado la puerta, así que vuelvo y me la encuentro en el sofá. Ella pone gesto de sorpresa y habla.

- Hoy tuve un sueño… tuve un sueño…- recuerda

- ¿Un sueño en el que los esclavos y los dueños de esclavos se sentaban juntos a la mesa? – suelto la habitual graciosada.

Negativo. Mi abuela empieza a contarme el sueño que tuvo esa noche y eso que jamás me había contado uno. Me dice, es extraño, nunca los recuerdo. Parece como si estuviera un poco poseída durante la narración. Mi abuela ha soñado que estaba en la cama y había un agujero en la pared. Del agujero salía una serpiente enorme. Yo estaba paralizada, decía. La serpiente se hacía más y más grande y una de sus hijas (mi tía) venía corriendo a pedir auxilio, pero no tenía la edad que tiene ahora, tenía dos años. Y venía su padre (mi bisabuelo) y acababa con la serpiente a golpes.

Y lo más extraño, me dice, es que de repente la habitación de su casa nueva se transforma en la habitación de su casa vieja. Pregunto qué habitación y me contesta que la de la entrada. ¿Qué raro, no? Dice.

Además, sabía la hora exacta en la que se despertó aterrorizada porque la radio estaba puesta dando los óscars, hago cálculos de tarada y me doy cuenta de que por entonces yo ya debía estar dormida pensando en posibles ronquidos y psicofonías.

Después de despedirme, vuelvo a casa rápidamente, enciendo todas las luces y saco la serpiente de goma de la habitación mientras tarareo “la barbacoa, la barbacoa, cómo me gusta la barbakiú” para infundirme valor. Pico en la puerta de la troskista y le devuelvo su puta serpiente, sin darle explicaciones. Toma, toma, hija.

A ver cómo le explico a nadie mi experiencia para anormal.


Ejemplar de serpiente troskio-mahoísta y maldita

miércoles, febrero 21, 2007

Las alegrías del día

Que Jane se ha pasado al enjoy neofascism, definitivamente:


Y que le han puesto una demanda a Telecinco por el capítulo de Aída ya comentado aquí, "El enano oscuro del corazón". En Kaleido Town nos erguimos como defensores de los enanos y esperamos que toda la furia acondroplásica recaiga sobre la cadena de los "doce meses, doce causas".

También enviamos un saludo a Bosco Palacios, que con ese nombre debe ser nacido in da streets, like la menda, y a raíz de su post defensor del humor de chascarrillos de Aída, le pasamos una imagen que puede ser pegada a high resolution por todas las paredes de nuestra patria.


Entendemos a los guionistas, que se habrán fliplado viendo "Padre de familia" y han intentado hacer algo más radikal con ka, después de pasarse con la farlopa y sentirse inspiradísimos para ofrecernos estos grandes diálogos undergrounds sobre la gente bajita.

Venga, tíos, a la próxima vamos a por los downs. ¡Con esos retardeds es que te tronchas!

domingo, febrero 11, 2007

A mi padre se le jode el portátil: drama en dos actos

Llego al portal y abro el buzón. Saco la propaganda, una invitación para ir a desmentir unos enredos en Dolce Vita y un disco duro. Lo miro varias veces, quizás es una bomba, pienso. Quizás los trollios han dado conmigo, finalmente. Puede que me queden sólo unos días de vida, infectada por una cepa resistente de gonococos gonorraicos que, tras respirar los vapores del disco-bomba, acabarán mellando mis funciones vitales.

Pero no pasa nada. Por la tarde recibo una llamada de mi padre: ¿Has abierto el buzón? Sí. ¿Has visto lo que te he dejado? Sí. Se me ha estropeado el portátil y donde lo dejé arreglando no han podido salvar nada. Ajá. Pero yo creo que se pueden recuperar los datos porque estoy seguro de que los que lo arreglaron sólo tienen F.P. ¿Que qué? Que mires a ver si conoces a alguien que pueda salvar lo que tenía en el disco. Un amigo tuyo de ésos chalaos, o algo. Yo les pago, eh. Ya me dirás cuánto es, pero quiero recuperar eso. Ahora mismo no tengo mucho tiempo, miento. Me queda un examen, miento. Bueno, cuando puedas. Hasta luego.

Contacto con “el amigo informático que sabe mogollón”, pero está de viaje en Madrid. Contacto con el amigo informático que no sabe tanto pero trabaja en un ciber donde disponen del adaptador que requiere la operación. Me dice que me pase por la tarde, cuando no estén sus jefes. Bueno.

Llego al ciber y le doy el disco duro. Me dice - espera, mira eso - señalando a un chico y una chica que están sentados justo detrás de mí, frente a dos ordenadores. ¿Qué tengo que mirar?, le digo. Esos dos franchutes. Llevan una hora conectados y están hablándose por Messenger. ¿Entre ellos? ¿Cómo lo sabes? Porque tienen conectada la webcam. No me jodas. Sí.

Me giro y muevo la mano derecha. Es verdad, aparezco tras ellos, en las dos pantallas y a ambos les veo la cara aunque estén completamente girados. Vaya chifladura.

Conecta el disco duro a uno de los ordenadores que tienen abiertos. Mientras se carga, no puedo evitar mirar a los amantes cibernéticos detrás de mí. El chico le hace muecas que veo en la pantalla de la derecha. La chica se ríe, como puedo observar en la pantalla de la izquierda. ¿En serio llevan toda la tarde así? Tal cual.

El disco no carga. Mi amigo lo intenta varias veces y hace cosas raras en la pantalla. También me fijo en que lo arropa con un plástico de burbujitas y en ese momento me acuerdo de mi buzón y de la altura que existe entre la ranura y el fondo, unos veinte centímetros de caída para el desvalido disco y sus chipis prodigiosos y frágiles.

Imposible, insalvable. Bueno, ¿pero qué le digo a mi padre? No sé, pueden ser muchas cosas, igual está quemado, igual ha sido la humedad (igual ha pasado a mejor vida en mi buzón, pienso), no tengo ni idea de qué es pero no lo lee.

Le llamo por teléfono dándole las noticias. Pero él todavía quiere una TERCERA opinión. Devuélvemelo. *lamento*, no se te puede encargar nada. Ya lo llevaré yo a otro sitio. Páter, te van a decir lo mismo y encima te van a cobrar, apunto. Además, la culpa es tuya, añado, deberías haber hecho una copia de seguridad o haber copiado los words en un CD. ¿Pero qué words? Me dice. ¿No querías salvar los docs de tu tesis? Pregunto.

Noto el sudor deslizándose por sus poros cuando grita: ¡Los emepetrés, hombre, por favor! ¡Los he perdido todos! ¡Los emepetrés! *arf* La tesis ya la había guardado, cómo puedes pensar que soy tan imbécil.

Joder, todo este coñazo por sus operetas de los huevos. No me lo puedo creer.

Vente e instálame el Emule. Así, en imperativo paterno.

Mira, no voy a poder ir, pero si quieres- accedo- te voy bajando yo cosas en el mío.

Bueno - la bestia parda de los emepetreses se tranquiliza – empieza con todo María Callas.

Mis manos temblorosas teclean en el campo en blanco de la mula: “todo maría callas”.

No me sale nada. ¿Cómo no te va a salir? ¿Qué has puesto?

Se lo deletreo.

Por favor, por favor - se lamenta.

Bueno, pensé que igual había un greatest hits que se llamara así.

Por favor, bájame TODO LO DE MARÍA CALLAS y luego me bajas Monteverdi, m-o-n-t-e-v…

Vale, vale, ya se de qué palo vas. Te bajaré cualquier archivo de audio del Jurásico.

Nos despedimos ahora ya menos avinagradamente. Yo, sin entender todavía que no exista un “Todo Maria Callas, recopilatorio de ultratumba” y él seguramente pensando en aquel tío que le rondaba a mi madre hace veintipico años y apuntando en un documento llamado “Cosas que hacer.doc” (lo tiene y ése es su nombre) lo siguiente:

Recoger muestra bucal de mi ¿hija?

Quizás coger su cepillo de dientes cuando no mire.

Prueba de paternidad inminente.

Precio: alrededor de 300 euros según Google. Recordar pedir una segunda opinión.

Ja! Lo sabía.

viernes, febrero 09, 2007

Lo que dicen cuando ya no estás

Una señorita se acerca a un hombre en la barra de un bar con una carpeta. “Disculpe, estamos vendiendo cupones. Es para los discapacitados”. El hombre acaba de masticar un trozo de sandwich vegetal y le contesta, tenedor en mano: “Yo ya hago todo lo posible por los discapacitados mentales. La parte de mis impuestos que se va a La Zarzuela creo que es suficiente”. Silencio sepulcral.

Si bien en Kaleitroscopic Town no somos tan radicales, nuestros rostros no han sido surcados por las lágrimas – de la pena- por la muerte de la hermanísima. Desaprobamos toda muerte voluntaria de las clases altas, con excepción de la de Carmina, que murió en la bañera, como los grandes, como Marat.

De todas las horribles cosas que se pueden decir sobre una persona fallecida y que, por lo tanto no se puede defender, se dice, se comenta, según fuentes cercanas que “era una auténtica madraza”. Vale.

Lo que me recuerda esas entrevistas en pogramas (no habrá fe de erratas aquí) como Gente, que rescatan columnas de sucesos perdidas en números olvidados de los periódicos locales. En ellas, una reportera intrépida y cañí interroga al panadero acerca del comportamiento matutino de algún psicópata que, después de acabar con su familia a cuchillo, se pega un tiro en la cara. Y siempre suele ser la misma respuesta: “Era una persona normal, muy educada.” Claro, siempre pedía la chapata por favor.

Mientras el panadero aclara a cámara la personalidad subyacente del sujeto, vemos tras él a unos chavales sonrientes que se empujan unos a otros por salir en pantalla.

Los impúberes no reconocen la compasión ante la muerte de un desconocido y, sin embargo, cualquier madre nos mirará con rostro compungido, dándonos la noticia de la prematura muerte de alguien a quien solamente ha visto por televisión.

Recuerdo un verano en el que encontramos a un muerto en el río. No debíamos tener más de once años. Estábamos en la piscina y se nos cayó la pelota muro abajo. Un niño vino corriendo con la noticia. Antes de avisar a ningún adulto, contemplamos la escena durante unos cuantos minutos. Estaba completamente bocabajo y lo que más asomaba era su enorme culo cubierto por el fango.

Las risas nerviosas comenzaron a aflorar, así como los palos para tocar la parte sobresaliente de su cuerpo. Una niña avisó a sus padres. Creo que estaban tomando el sol en las tumbonas. Nos había jodido el momento. Era nuestro momento. Pero nos obligaron a salir de allí pitando.

Luego vino Antena3. Juro que el ambiente parecía de fiesta. Ahí estábamos un montón de critters muy contentos por haber participado en el hallazgo. Un chaval se paseaba ahuecando las manos como si llevara una cesta sobre el regazo y gritaba: palomitas, golosinas, cocacola…

Todo esto es porque me preguntaba qué era mejor, si un niño risueño hablando a cámara acerca de un desconocido, con la más pura honestidad: “hemos encontrado un gordo en el río.” O tus supuestos hamijos salvando una cualidad de ti más bien pobre y biológica que pasará de imprenta a imprenta y de labio a labio.

Madraza. Qué palabra más horrenda para tu más que estática situación. Sin poder siquiera reprobar con un quedo murmullo. De todas formas, tranquilos todos; si nos ocurriera, no nos vamos a enterar. Y, peor aún, ninguna Reina interrumpirá sus holidays para acudir presta a vuestro entierro. Sois masa.

Durante estos primeros días, los medios se harán eco de testimonios como éste, con el mismo rostro de seriedad que pondrían nuestras dramáticas madres. Cuando la carnaza ya esté lista para el matadero, la comercializarán en divertidos envases, como harían los niños - sádicos sin saberlo - y será tirado al nido de buitres para su análisis y despiece.

No usarán palos para tocar el cadáver, hundirán sus manos en la más que podrida carne. Ya sabéis, nuestro deber es informar.

Ay, ¿quién maneja mi barca, quién? Que a la deriva me lleva, ¿quién?

jueves, febrero 01, 2007

Pelis de Vietnam V: La escalera de Jacob y homenajes

Una teoría nada despreciable es que el gobierno de los Estados Unidos experimentó con sus propios soldados nuevas formas de alterar la mente, sirviéndose de drogas y ensayos de laboratorio, tomando el relevo del huevo de la serpiente que dejaron tras de sí la nacionalsozialisten people.

Durante la década de los sesenta, el programa MKOFTEN se dedicaría a estos quehaceres. Lejos de la conspiranoia abusiva que me llegó en un e-mail y que corrió por la red como la pólvora, afirmando que uno de los componentes del Red Bull – la glucuronolactona – había sido introducido entre los soldados de Vietnam; en la película La escalera de Jacob es evidente que se habla de otro tipo de droga, que tenía que ser extremadamente excitante y propiciar conductas agresivas. Ni el LSD, que sí se probó entre las tropas británicas y americanas pero se desecharía por la nula utilidad en la batalla (aunque qué risas), ni por supuesto la inocua glucuronolactona: el cóctel que les suministraron a los del batallón de Jacob en Vietnam tuvo que ser una verdadera fiesta de comida neuronal.

Cartel propagandístico americano de 1967 en Saigón.
Flipaos, que sois unos flipaos.

¿Qué pasó aquella noche? Es la pregunta que hace Jacob a sus colegas años después, cuando los supervivientes de una batalla de la que no recuerdan nada, empiezan a ver montones de flesh por todas partes y a tener alucinaciones con demonios que les persiguen.

Así que tenemos a un Tim Robbins con cara de susto durante buena parte de la película, nadando entre flashbacks (no podían faltar) y diablos cabrones que la verdad es que dan bastante canguele. También sale Macaulay Culkin (angelito) antes de estar sólo en casa y de meterse voluntariamente escaleras de Jacob por los orificios nasales. Hecho un infante de pura inocencia. Con lo que tú eras, Maculi.

Culito de Tim Robbins

No podía dejar pasar la ocasión de señalar House, una casa alucinante como un pequeño guiño. El escritor Roger Cobb tiene su infierno particular de Vietnam metido en el armario de la enorme casa victoriana que le lega su creepy-creepy tía. Tras la extraña desaparición de su hijo, Roger decide enfrentarse a sus fantasmas. Ya no quiere autografiar sus libros de éxito a sus fans, que parecen sacados de alguna inmunda ciénaga freak; se dispone a escribir la novela definitiva sobre su propia experiencia en el conflicto. Pero estamos en los ochenta y su editor sentencia: “Roger, nadie, nadie quiere volver a leer nada sobre la maldita guerra del Vietnam”

Para empezar la novela se encierra en la casa, calzándose sus botas y su traje de camuflaje. Evoca los recuerdos de su colega en la batalla, Big Ben, el prototipo de soldado brutote pero leal. Finalmente, es a través del mismo armario en que su tía era martirizada por la casa y con la ayuda de su escéptico vecino (interpretado por el gordo de Cheers) cuando consigue internarse en la jungla de nuevo para acabar con la pesadilla que le venía atormentando durante toda su vida.

No sé si será pura casualidad que el actor que interpreta a Roger sea William Katt, el Gran Héroe Americano y también el joven surfista que en El gran Miércoles de Milius vuelve del Vietnam. En los sesenta, pisaba fuerte sobre las olas, en los ochenta, hacía lo mismo sobre bichos mutantes.

Ésta es la única peli que he visto que mezcla el Nam con monstruos de goma hiperzetas y un gran sentido del humor. Por cierto que la casa donde se rodó House está en venta y también el simpático soldado-zombie Big Ben.



Más tarde vendría Peter Jackson con su gamberrada perpetrada con puppets, Meet the Feebles ( El delirante mundo de los Feebles). Un inocente erizo con ganas de triunfar en el musical y que es contratado como figurante, irá conociendo lo que se cuece tras las bambalinas: las pelis sadomaso que protagoniza una vaca, el zorro queer, la hipopótamo diva abocada a la tragedia final, la mosca cojonera paparazzi, el conejo folladicto que pilla “la innombrable” en una noche de juerga, tráfico de drogas, mucha mala leche y también su particular visión de “El cazador” a través de las agonía del cocodrilo que lanza cuchillos en el show. ¿Una monedita para la asociación de veteranos del Vietnam? Estamos bajo mínimos.


De todas las cosas que podía olvidarse se olvida el reloj de mi padre, ¡coño! se lamenta Butch, camino de su casa para buscar su preciado tesoro. Tarantino la clavó - como la clava siempre - eligiendo a Walken para encarnar al Capitán Koons. Lleno de las peores experiencias, le explica cómo ha viajado el objeto que le pertenece por derecho al niño Butch de guerra en guerra, de culo a culo. Hasta tal punto se le queda marcada la historia del reloj que arriesga su vida por recuperarlo, como había hecho toda su progenie. El archiconocido monólogo de Pulp Fiction:


Por último, descubrí hace poco gracias al blog de AGAF que TVE había televisado una serie llamada “Playa china” a principios de los noventa, acerca del lugar de reposo de los soldados, China Beach. La verdad es que me lo estoy intentando descargar y va demasiado lento. Sólo he podido previsualizar la cabecera y oh, qué pinta más guapa. En el post de agaf también se puede escuchar la canción con la que comienzan los capítulos. Reflections of the way life used to be… Reflections of the love you took from me...

Aliviando el calorcete

Vaya marcheta y qué hallazgo.

lunes, enero 22, 2007

Mira un enano qué risa

Acabo de ver algo en la tele que me ha llegado muy hondo. Quizás sea una de esas típicas cosas que parece que sólo has visto tú – y tu amigo invisible, Nicolasito- porque nadie habla de ellas más tarde, como me pasó con el complot de las camisetas naranjas en el mítico último programa de Crónicas Marcianas o el anuncio del lipstick que camufla herpes labiales. Vamos, que a mí este tipo de mierdas son las que me impresionan.

Estábamos cenando y una mano amiga tuvo el detalle de apropiarse del mando y, apretando el número cinco con desenvoltura, nos hizo descender a todos al más grotesco infierno de la España Cañí: la serie Aída. No voy a ponerme a decir obviedades que todos conocemos sobre ésta, lo que realmente me llamó la atención fue el uso y abuso de chistes burdos de enanos. Aquello era una auténtica pasada, me hizo pensar sinceramente si alguno de los guionistas no habría sido violado en grupo por una caterva de enanos acondroplásicos sedientos de culo y aún tenía el trauma tan adentro que su única manera de sacarlo de allí era empleando su pluma demente contra estas personas que viven con esta graciosa tara.

Así que, sirviéndose de un actor enano, todos los personajes habituales de la serie, no sólo los que calzaban el estereotipo de malotes-canallas, no, amigos; también el resto de estereotipos facilotes que se marcan los guionistas y hasta la propia Aída iban escupiendo enfrente del enano chistes pésimos sobre su estatura. Y no soy precisamente la abanderada de lo políticamente correcto pero a mí se me iba rompiendo el corazón a cada gracieta - “pero mira, si parece que lo sacaron de un futbolín” sic. –, llegando a contar veinte chistes de este tipo, sin tan siquiera acabar de ver la serie. Y me preguntaba qué habría pasado si, en vez de un enano, el personaje hubiera sido un hombre con síndrome de down o con la cara quemada. Sin maquillaje y sin actuar, claro, porque al fin y al cabo el enano era un enano de verdad, no hicieron una recreación como hacía Milikito en sus buenos tiempos.

Me imaginaba que “El Luisma” lo miraría y diría: “Mira el retarded cómo se baba, qué risa”, o Aída le quitaría la máscara al hombre que se quemó en un accidente la cara y exclamaría audaz: “¡Pero si parece Freddy Crugger! Ay, es que me despollo viva.”

En ese caso, al día siguiente de la emisión, en Telecinco estarían nadando en denuncias de mil asociaciones distintas. Pero con enanos no, los enanos están ahí para que te rías, coño, que tantos monarcas no podían estar equivocados.

Al momento de ver esta granputabasura recordé una escena de “Vivir rodando”. Están grabando la secuencia del sueño y el actor, que es enano y también tiene muy mala hostia, se rebela ante la petición del director de que lance una carcajada al final de la escena. Éste es el momento clímax. Sus sentencias tan llenas de razón son como una cagada en la boca de mismísimo David Lynch. Imprescindible.



Menos mal que hay gente que entiende las cosas a la primera. Por cierto, si no habéis visto esta película ya estáis tardando, que es caviar número uno, amiguitos.

viernes, enero 19, 2007

Dios los cría y yo los junto

Me acaban de dar una noticia que me ha revuelto las tripas como un puñetazo del destino: dos sujetos que conozco van a tener un hijo. Me diréis que qué alarmista, si es éste el fin principal de nuestra existencia errante. Sacaréis tochos antropológicos que demuestran por qué las caderas de Shakira gustan al hombre primitivo que busca ese fin tan animal y tan inconsciente, la reproducción.

Comprenderíais mi alarma ante tal mejunje de jugos y la consecución de éstos en una pequeña personita si os mostrara daguerrotipos antológicos de los sujetos, pero no soy tan hijadeputa y conservaré su anonimato mientras me cebo con ellos en esta historia de amor farlopero, duro y al corazón.

Él era como un vehículo sin luces largas ni cortas y con las de posición atrofiadas. Por entonces, esperaba en el arcén de la autopista de la vida a que vinieran los del servicio de urgencias a echarle una mano. Aunque dueño de un restaurante-granja catalana - negocio familiar que funcionaba solo, pero que iba de mal en peor desde que fue dejado en sus manos - por las tardes colgaba el delantal y seguía el camino del samurai, practicando con sus tachis y sus katanas de madera.

Ella era la antigua novia de un amigo, de ésos que tiene toda pandilla que se precie. Una mezcla entre el personaje de Begbie en Trainspotting y el yerno de los Tous. Amigo de sus amigos pero siempre a la defensiva, tanto, que podría buscarte un problema en los sitios más insospechados (por ejemplo, en un lugar tan happyflappy como el “Sandwich&Friends”).

Ese jodido dibujito de Jordi Lavanda me está mirando mal.

Bien, ella le seguía a todas partes pues a su lado siempre nevaba polvo del amor. No voy a negar que, en su momento, quise apartarla del vicio, de la mala vida y de ese mosquito que veía zumbar a su alrededor aún siendo consciente de que no existía. Le regalé un par de libros y una camisa y una vez me la llevé a tomar algo con una amiga decente. Mi colega me contestó que, por favor, no la trajera más.

Y también debo confesar que desistí, quizás demasiado pronto, por sus continuas paranoias de perfecta adicta. No había manera de sacarla de ese agujero del infierno y sabía que si continuaba con mi buena acción del mes, acabaría yo misma en ese mismo lugar infecto de esnife cotidiano.

Pero aquella noche de verano estábamos muriéndonos del asco, creo que viendo Perdidos con la alemana zampabollos (ya me desahogué acerca de ella en el primer post), que mojaba las bragas cada vez que salía un torso desnudo. El ninja se repantingaba en el sofá mirando a la pantalla sin entender nada porque la muy puta lo ponía siempre en inglés. El novio de la alemana estaba en la sala de ordenadores hablando solo y como ente externo a la casa me había traído a un amigo al que pregunté que qué tal si llamaba a Begbie-Tous.

- ¿Quieres traerlo aquí? - me contestó alarmado.

- Sí, esto es un rollo.

- Bueno, tú sabrás. Pero a esta peña no creo que les haga mucha gracia.

Dicho y hecho, a la media hora ya estaba ahí con su troupe de lujo: su exnovia, un tipo que maquillaba cadáveres y otro cuyo mote no revelaré (que el día menos pensado se gunglean cual locutor de la COPE). En definitiva, era éste un universo paralelo pero nunca convergente con el de mi piso y al que yo había juntado por obra y gracia de la diosa fortuna.

La gente de la casa se lo pasaba cada vez mejor. El novio de la alemana estaba entretenido pinchando frenéticamente sus LPs ajados de Phil Collins y el ninja no paraba de bufar, aún cuando tenía un jodido marcapasos o algo así al ladito del corazón. Y no sé si fue esa faceta de machineboy o los apuntes tartajas a las teorías revisionistas de Begbie lo que influyó de manera decisiva en la muchacha, que se acercó a mí mientras preparaba un mojito y me confesó que su corazón sucumbía ante aquel personaje con unas palabras tal que así: “Pues este chico… es mono ¿no?”

La hija de un dios germánico menor ya se había retirado a la cama cuando el ninja entró en la fase que a mí me gusta llamar “colegas pa siempre” y, en un acto de lo más filantrópico, regaló una de sus katanas a Begbie, que primero contestó cortésmente que se la volviera a guardar pero, ante sus súplicas, se la enfundó, aprovechando ese momento de mongolismo para sacar algo en claro de la situación.

Toma la katana que mi padre me entregó en el lecho de muerte y que ahora te pertenece pues somos colegas pa siempre tres horas después de conocernos. Que te lo digo yo.

A las nueve de la mañana se piraron (por fin) y allí nos quedamos totalmente reventados durmiendo la mona. Un día después, la exnovia de Begbie, como un reloj y con el chichi pepsicola, me llamaba para pedirme el teléfono del ninja.

Y así fue surgiendo el secreto amor. Los acontecimientos sucedieron, un mes después, de manera atropellada y el ninja ya nos la quería meter en casa. El novio de la alemana convocó una reunión en el bar de abajo con carácter de urgencia explicándonos cómo su amigo de la infancia se había vuelto completamente loco al juntarse con tal señorita, que él podía soportarlo una noche casual de risas pero que no estaba dispuesto vivir el día a día con drogadictos metidos en casa.

De esta forma, con todo el mundo en su contra, Romeo y Julieta Scarface se encontraron más unidos que nunca y, aunque abocados a la tragedia, fuimos testigos de la mudanza del ninja para compartir su vida con su amada, entre mariposas y mosquitos fantásticos.

Y ahora, año y medio después y sin saber nadie cómo ha podido suceder, parece que ha surgido el fruto de esta comunión de almas. Yo me apunto el papel culpable que he jugado en esta historia y, quince años más tarde, si un chavalín me da un tirón al bolso por la calle, no blasfemaré en vano, ni maldeciré a los hados, pues sé que es probable que el ladrón no sea más que la consecuencia de esa noche atroz en la que a mí me picaba la nariz.

miércoles, enero 17, 2007

Esas barflys

Tengo que decirte algo. Si un hombre llega con una botella de whisky, me temo que me iré con él.

Wanda Wilcox- Faye Dunaway


A la tercera copa, me empiezo a sonrojar y a poner tontuna, a la cuarta ya pedaleo haciendo partícipes a todos de mis teorías conspiranoias. A la sexta es probable que me recojan del suelo mientras balbuceo algo sobre la matrix.

Gracias a Thor, me sé controlar, lo que no quita que sienta una enorme fascinación por las mujeres que se dejan caer – siempre en solitaria presencia- por el bar de turno y salen un par de horas más tarde, sin despeinarse el flequillo, con su hígado de hierro a otra parte para proseguir ahondando en los matices de su infierno personal.

La diferencia básica entre las mujeres y los hombres alcohólicos es que ellas no suelen dar tanto el coñazo. Desde luego, en proporción – al menos a la vista y no ahogándose solas en vodkazos en la fría casa que antes fue un hogar – hay muchas menos pero, mientras que ellos demuestran tener una predisposición total para entablar conversaciones ridículas con cualquier incauto; ellas, aunque amables, no están ahí para hacer amigos y como mucho sonríen condescendientes ante el pollafloja que les invita a una copa. Los habituales saben que esas piernas no se abrirán, pues la fémina tiene ya un amor de nombre Jack, de apellido Daniel.

Todavía estoy esperando a que la UNESCO admita mi proposición para conseguir que la carrera de las medias de la Rubia de la Coctelería Manhattan llegue a ser considerada patrimonio de la humanidad. La he visto tantas veces, en el mismo sitio, a punto de romper las cadenas del nylon y, sin embargo, permaneciendo en el mismo lugar, antes de que el muslo prieto asome sus carnes sin satinar. Continúa inalterable, como el cartel conceptual del Cóctel del día que el barman del Manhattan – geniales camisetas Miami Beach- deja colgado en la pared durante un largo mes.

La Rubia, con la cara pintada sin ninguna intencionada sobriedad, deja entrever la pequeña flojera del delirium tremens a mediodía. Todo lo contrario a la barfly de vinatería, que apenas luce maquillaje. Colorete no necesita, pues se pueden intuir las finas venas correteando por su mejilla y formando un detallado mapa de la Ribera del Duero.

Tampoco lleva tacones y se mueve con discreción. Puede utilizar eufemismos del tipo “ponme una” y no “otra”, como si la anterior copa nunca hubiera sucedido.

No va allí cada día a paladear los taninos ni el fino aroma a roble. Rosado o blanco, pero siempre el segundo más barato de la carta. Paga con puntualidad cada vez que se le sirve, depositando el dinero delicada y silenciosamente sobre la barra.

Hay una, en especial, a la que observo con admiración. El otro día estaba tan cerca de ella que pude escuchar un fragmento de su conversación por el móvil:


- No, está con su padre.
- No sé por qué no me deja verla.
- Ya.
- Estoy en la calle, para que me dé un poco el fresco.
- Es que meterme en casa me agobia.

(...)


Bienaventuradas sean las divorciadas que llenan con una botella el hueco que les dejaron en la cama doble.

viernes, enero 12, 2007

Hoy es un buen día para morir

El año pasado el gobierno de Texas tuvo a bien dar a conocer las últimas palabras de los condenados a muerte en su página oficial. La mayoría de ellos se encomiendan a Jesús – Lord of the lords – piden perdón a la familia de las víctimas o continúan proclamando su inocencia a escasos minutos del fin de su existencia.

Yo, buscando morbosamente en la lista de los trescientos setenta y nueve eliminados mediante inyección letal desde el 82, esperaba encontrarme más pataleos, más insultos y más niggas rompiendo sus cadenas. Aún así, hay pequeñas joyas. Se puede observar que, a eso de finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, los “me encomiendo a ti, Jesucristo” son reemplazados en buena cantidad por “Alá es el único Dios”. Y todos sabemos cuánto toca los cojones a la gente maja de Texas - añorantes de aquellos mejores tiempos, de los buenos colonos - la mención a Alá y su profeta.

No es sólo el hecho de que un gobierno dé a conocer las últimas palabras de los condenados en las catacumbas de la justicia vía Internet, es la extraña sensación de visualizar todo el proceso: me imagino al auxiliar administrativo tecleando lo que escucha en las grabaciones, preguntando al colega de la mesa de al lado si ese rezo en árabe se escribirá así o asá, eliminando las palabrotas de las últimas declaraciones del condenado, escaneando las hojas con la información de éste para luego mandar un e-mail con los datos adjuntos al tipo que lo sube al servidor. Tenga un buen día, Señor Talycual. Volver a casa, quizás pasarse antes por el bar para beber una Rolling Rock fresquita. Que se me seca el gaznate, Marnie.

Todo para dar a conocer al mundo esta ensalada de carne sin aliñar. Aquí les cito mis favoritos:

Decir qué de qué. Decir qué. No soy culpable del cargo de pena de muerte. Robadme, a mí y el dinero de mi familia. Mi verdad siempre será mi verdad. No hay bondad y no hay amigos; no hay miedo de loque me hacéis. No hay bondad para ti, sepulturero. Asesino. [Trozo omitido debido a blasfemia] Dadme mi dinero. Dadme mis derechos. Dadme mis derechos. Dadme mis derechos. Devolvedme mi vida.

Kelsey Patterson

(...) Todo empezó con una aguja y se acaba con una aguja.(...)

Jeffery Doughtie

No tengo un mensaje propio, pero tengo uno de Dios para vosotros: salvad a los niños. Encontrad aquellos que necesiten ayuda y haced un pequeño sacrificio de vuestra propia riqueza y salvad a los inocentes. Ellos son la llave para hacer del mundo un lugar mejor.


Richard Brimage

Soy un guerrero africano, nacido para respirar y nacido para morir.


Carl Kelly

Esta ejecución no es justa. ¡Es un acto de de venganza! Si esto es la justicia, entonces está ciega.

Coge a un joven retrasado y borderline quien, por la primera vez en su vida cometió un delito. Luego contaminad su verdad, añadir un juez que discrimina, más un jurado todo de gente blanca, exagerarlo con una ineficaz asistencia del abogado. Y elimina la opción de rehabilitación, acosa a los testigos. Y habréis creado una sentencia de muerte que dura más de diez años para toda una familia.

Freddie Web

Sólo quiero que todo el mundo sepa que el fiscal y Bill Scot son unos hijos de puta(aquí parece que el censor no estuvo avispado) Refiriéndose a su familia añadió que los quería a todos.

Edward Ellis

Hay amor y paz e Islam.

Willie Williams

Antes de que me vaya, quiero deciros una cosa a todos. Cuando muera, enterradme profundamente, colocad dos altavoces a mis pies, ponedme unos auriculares en la cabeza, y rockanroleadme cuando esté muerto. Os veré en el cielo algún día. Eso es todo, alcaide.

Robert Douglas

Sólo el cielo y la verde hierba existirán por siempre. Hoy es un buen día para morir.

David Martínez

Tengo una cosa que decir: sacad a vuestro alcaide fuera de esta camilla y callaos. Soy de la Isla de Barbados. Soy el alcaide de este módulo. La gente os está viendo hacer esto.

Monty Delk

Vamos a hacerlo, hombre. Dispuesto, ¿no es la vida una [improperio eliminado]? (aquí traduje "dispuesto" por "Lock and Load", expresión que popularizó John Wayne en "Arenas de Iwo Jima", y que quería decir, más específicamente: cerrar y cargar la munición en la recámara)

G. W. Green

Todos vosotros me trajisteis aquí para ser ejecutado, no para dar una charla. Eso es todo.

Charlie Livingston

Lamento profundamente lo que pasó. No hice daño intencionado a nadie. Eso es todo y didimau.

John Wheat


domingo, enero 07, 2007

Pelis de Vietnam (IV)

Es muy triste que, a estas alturas, me vea obligada a escribir este post de urgencia para acallar los rumores que me sitúan junto a Paquirrín, celebrando aún la Nochevieja en una nave industrial a las afueras de Madrid.

Contraria a los difamadores y falaces susurros, confirmo que NO hemos coincidido en esta ocasión, pues mi primera Nochevieja sin Saddam la he pasado de forma discreta en una fiesta con barra libre de blandiblú, y del semilíquido manjar dio buena cuenta la efeba de vuestra izquierda.

Yendo al tema que nos ocupa, diciendo con alegría adiós al año 2006 y esperando que el que sigue sea número uno para todos vosotros, llegamos a la entrega palito uve, por fin.

Y empezamos con el director definido por Kirk Douglas como “una mierda llena de talento”, o sea, nuestro judío favorito, el señor Kubrick, que estrenaba en el 87 La Chaqueta Metálica.

Stanley estaba pensando en filmar una película del Vietnam que, además, hablara de la dualidad del ser humano. Si estáis poco familiarizados con los conceptos de Jung, el simpático hombre de la ONU os lo explica con un simple esquema:

Gracias, Smiley Man.

Como ocurre en la obra de teatro The Basic training of Pavlo Hummel, hay dos partes muy diferenciadas. La primera, que se desarrolla en el campo de entrenamiento de los marines, acaba cuando termina la agonía del Recluta Patoso y su mirada demente.

Si alguien se pregunta si aquellas vejaciones eran realmente tan fuertes como para lograr que alguien acabe con su propia vida, debieron y deben serlo, si se le echa un vistazo a la página del ejército de los ueseá.

Aún a pesar de las pegadizas y jocosas rimas – mi preferida: “Ho Chi Minh es una hijoputa, la tiene con ladillas y diminuta" – que tal vez pudieran hacer la vida más agradable a los soldados; los abusos, encaminados a eliminar a los débiles, conocidos en la jerga militar con la abreviatura de "unsats", podrían no tomarse como algo personal, pues el simple razonamiento de éstos era que un hombre que no puede soportar unas cuantas patadas en el culo, ni por asomo está preparado para el combate.

El elegido por Kubrick para encarnar al destructor de autoestimas fue el veterano del Vietnam, R. Lee Ermey, quien había sido descubierto en un papel mucho más light por Sydney J. Furie en la ya mencionada Los Chicos de la Compañía C, pero convirtiéndose con el personaje del Sargento Hartman, en un icono al más puro estilo americano.

En la actualidad, presenta un programa sobre armas en el Canal de Historia. Aquí lo tenemos con camisa hawaiana siempre a tope. Y este otro documento que no se pueden perder, de un anuncio de la cerveza Coors, cameo digitalizado de John Wayne incluido.

Como sea, sus momentos estelares son muchos en la Chaqueta Metálica y siempre es un buen día para aprender que en Texas sólo hay vacas y maricones.


Tras el mortal training, Recluta Bufón es escogido como reportero del periódico militar Barras y Estrellas y así enviado a cubrir noticias, al frente de Hue . El emplazamiento elegido por Kubrick para recrear esta ciudad fue una fábrica de gas abandonada a las afueras de Londres.

Y a pesar de sus esfuerzos, como hacer traer las palmeras desde España, las secas caras de los soldados y el grisáceo cielo del sur de Inglaterra fallan al transportarnos a las cálidas tierras de Oriente. Ahora es cuando los cinefangosos escriben sus indignados comentarios argumentando que Stan hace mejores cunnilingus a Mamasan que Coppola. Y nos lo pasamos en grande discutiendo hasta el amanecer virtual.

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Stone contraataca de nuevo en 1989 más comprometido que nunca y haciendo resonar los ecos de las manifestaciones contrarias a la guerra, toda una generación que salía a las calles clamando don´t tell me lies about Vietnam.

Y es que la visión desde el lado antibélico había quedado algo nublada; primero, por las películas que parecía que querían ganar en la pantalla la guerra que perdieron en el campo de batalla y, luego, por aquellas que pretendían, teniendo como trasfondo el conflicto, ir más allá y alcanzar grandes verdades metafísicas.

Nacido el 4 de Julio es la primera que parece posicionarse como una verdadera película anti-guerra sin miedo al término, a través de un veterano del Vietnam que después de volver a casa, comienza a darse cuenta de los errores del conflicto.

Es bastante valiente rebelarse después de luchar y haber dado buena parte de tu existencia – y una de tus extremidades, además – en pos de una causa que ahora consideras perdida. También se puede razonar que a Ron Kovic no le quedaba otra opción, aparte de quedarse deprimido entre los cactus de México con el amigo parapléjico Dafoe. Ahora la militancia daba sentido a su vida.

De la dificultad de situarse en el bando pacifista, después de haber combatido en Vietnam, habla Philip Caputo en “Un rumor de guerra”, lo tecleo aquí porque a mí se me pusieron los pelos como escarpias leyendo el libro:

En su momento, participé en el movimiento antibélico y luché, sin éxito, por conciliar mi oposición a la guerra con esa nostalgia. Más tarde comprendí que la conciliación era imposible; nunca podría odiar la guerra de un modo que se pareciera a la pasión pura de mis compañeros del movimiento. Puesto que había combatido en ella, no se trataba de un asunto abstracto, sino de un acontecimiento profundamente emocional, lo más significativo que me había ocurrido. Aunaba mis pensamientos, sensaciones y sentimientos en un abrazo inseparable. (…) Era capaz de manifestarme en voz tan alta como el activista más convencido, pero no podía negar el dominio que la guerra ejercía sobre mí, ni el hecho de que había sido una vida tan fascinante como repulsiva, tan estimulante como triste, tan tierna como cruel.

Todo el que combatió en Vietnam, si es sincero consigo mismo, tendrá que reconocer que disfrutó del compulsivo encanto del combate. Se trataba de un goce peculiar porque se mezclaba con un dolor equivalente. Bajo el fuego, la energía vital del hombre aumentaba proporcionalmente a la proximidad de la muerte, de modo que sentía tanta alegría como miedo. Sus sentidos se aguzaban, alcanzaba una placentera y a la vez atroz claridad de conciencia. Parecía el elevado estado de percepción que provocan las drogas. Y podía, también, habituarse a él ya que hacía que pareciera vulgar cualquier otra cosa que la vida le ofreciese en cuanto deleites y tormentos.

De todas formas, la película de Stone da en el clavo, sobre todo con la escena del desfile y la tensión recuperada cuando Ron va a visitar a la familia del compañero que había asesinado accidentalmente en Vietnam.

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También en el mismo año se estrenó Corazones de Hierro, de Brian de Palma. Más claramente izquierdista que las demás, muestra la corrupción y podredumbre de los valores en la guerra a través del secuestro y violación de una chica vietnamita. Michael J. Fox encarna al novato que acaba de llegar a la tierra perdida y al que todavía le quedan algunos escrúpulos.

Parece que en su lucha por hacer lo correcto, va a tropezar primero con otro soldado también novato al que le repugna la idea de violar a la muchacha pero que cae bajo la presión del grupo. Y, al denunciar el hecho, se encontrará además con un grupo de oficiales que quitan hierro al asunto o ensalzan la heroicidad de su superior, interpretado por Sean Penn, quien le había salvado la vida en combate.


La sentencia tergiversada de la Biblia que clama Penn bajo la lluvia era una de las preferidas de los soldados para darse valor. La escribían en sus chalecos antibalas, después algunos llegaron a tacharlo porque la frase se había hecho tan popular que los "cabrones" de la zona desmilitarizada también la escribían en sus chaquetas.


[Comida de párrafo y final abrupto] El protagonista, después de una ardua lucha por dar a conocer la verdad, se da cuenta de cómo esa podredumbre de inmoralidad también acaba por asaltarle a él.

Fins.

Próximo y último capítulo: La escalera de Jacob y homenajes.