Llego al portal y abro el buzón. Saco la propaganda, una invitación para ir a desmentir unos enredos en Dolce Vita y un disco duro. Lo miro varias veces, quizás es una bomba, pienso. Quizás los trollios han dado conmigo, finalmente. Puede que me queden sólo unos días de vida, infectada por una cepa resistente de gonococos gonorraicos que, tras respirar los vapores del disco-bomba, acabarán mellando mis funciones vitales.
Pero no pasa nada. Por la tarde recibo una llamada de mi padre: ¿Has abierto el buzón? Sí. ¿Has visto lo que te he dejado? Sí. Se me ha estropeado el portátil y donde lo dejé arreglando no han podido salvar nada. Ajá. Pero yo creo que se pueden recuperar los datos porque estoy seguro de que los que lo arreglaron sólo tienen F.P. ¿Que qué? Que mires a ver si conoces a alguien que pueda salvar lo que tenía en el disco. Un amigo tuyo de ésos chalaos, o algo. Yo les pago, eh. Ya me dirás cuánto es, pero quiero recuperar eso. Ahora mismo no tengo mucho tiempo, miento. Me queda un examen, miento. Bueno, cuando puedas. Hasta luego.
Contacto con “el amigo informático que sabe mogollón”, pero está de viaje en Madrid. Contacto con el amigo informático que no sabe tanto pero trabaja en un ciber donde disponen del adaptador que requiere la operación. Me dice que me pase por la tarde, cuando no estén sus jefes. Bueno.
Llego al ciber y le doy el disco duro. Me dice - espera, mira eso - señalando a un chico y una chica que están sentados justo detrás de mí, frente a dos ordenadores. ¿Qué tengo que mirar?, le digo. Esos dos franchutes. Llevan una hora conectados y están hablándose por Messenger. ¿Entre ellos? ¿Cómo lo sabes? Porque tienen conectada la webcam. No me jodas. Sí.
Me giro y muevo la mano derecha. Es verdad, aparezco tras ellos, en las dos pantallas y a ambos les veo la cara aunque estén completamente girados. Vaya chifladura.
Conecta el disco duro a uno de los ordenadores que tienen abiertos. Mientras se carga, no puedo evitar mirar a los amantes cibernéticos detrás de mí. El chico le hace muecas que veo en la pantalla de la derecha. La chica se ríe, como puedo observar en la pantalla de la izquierda. ¿En serio llevan toda la tarde así? Tal cual.
El disco no carga. Mi amigo lo intenta varias veces y hace cosas raras en la pantalla. También me fijo en que lo arropa con un plástico de burbujitas y en ese momento me acuerdo de mi buzón y de la altura que existe entre la ranura y el fondo, unos veinte centímetros de caída para el desvalido disco y sus chipis prodigiosos y frágiles.
Imposible, insalvable. Bueno, ¿pero qué le digo a mi padre? No sé, pueden ser muchas cosas, igual está quemado, igual ha sido la humedad (igual ha pasado a mejor vida en mi buzón, pienso), no tengo ni idea de qué es pero no lo lee.
Le llamo por teléfono dándole las noticias. Pero él todavía quiere una TERCERA opinión. Devuélvemelo. *lamento*, no se te puede encargar nada. Ya lo llevaré yo a otro sitio. Páter, te van a decir lo mismo y encima te van a cobrar, apunto. Además, la culpa es tuya, añado, deberías haber hecho una copia de seguridad o haber copiado los words en un CD. ¿Pero qué words? Me dice. ¿No querías salvar los docs de tu tesis? Pregunto.
Noto el sudor deslizándose por sus poros cuando grita: ¡Los emepetrés, hombre, por favor! ¡Los he perdido todos! ¡Los emepetrés! *arf* La tesis ya la había guardado, cómo puedes pensar que soy tan imbécil.
Joder, todo este coñazo por sus operetas de los huevos. No me lo puedo creer.
Vente e instálame el Emule. Así, en imperativo paterno.
Mira, no voy a poder ir, pero si quieres- accedo- te voy bajando yo cosas en el mío.
Bueno - la bestia parda de los emepetreses se tranquiliza – empieza con todo María Callas.
Mis manos temblorosas teclean en el campo en blanco de la mula: “todo maría callas”.
No me sale nada. ¿Cómo no te va a salir? ¿Qué has puesto?
Se lo deletreo.
Por favor, por favor - se lamenta.
Bueno, pensé que igual había un greatest hits que se llamara así.
Por favor, bájame TODO LO DE MARÍA CALLAS y luego me bajas Monteverdi, m-o-n-t-e-v…
Vale, vale, ya se de qué palo vas. Te bajaré cualquier archivo de audio del Jurásico.
Nos despedimos ahora ya menos avinagradamente. Yo, sin entender todavía que no exista un “Todo Maria Callas, recopilatorio de ultratumba” y él seguramente pensando en aquel tío que le rondaba a mi madre hace veintipico años y apuntando en un documento llamado “Cosas que hacer.doc” (lo tiene y ése es su nombre) lo siguiente:
Recoger muestra bucal de mi ¿hija?
Quizás coger su cepillo de dientes cuando no mire.
Prueba de paternidad inminente.
Precio: alrededor de 300 euros según Google. Recordar pedir una segunda opinión.
Ja! Lo sabía.