lunes, enero 22, 2007

Mira un enano qué risa

Acabo de ver algo en la tele que me ha llegado muy hondo. Quizás sea una de esas típicas cosas que parece que sólo has visto tú – y tu amigo invisible, Nicolasito- porque nadie habla de ellas más tarde, como me pasó con el complot de las camisetas naranjas en el mítico último programa de Crónicas Marcianas o el anuncio del lipstick que camufla herpes labiales. Vamos, que a mí este tipo de mierdas son las que me impresionan.

Estábamos cenando y una mano amiga tuvo el detalle de apropiarse del mando y, apretando el número cinco con desenvoltura, nos hizo descender a todos al más grotesco infierno de la España Cañí: la serie Aída. No voy a ponerme a decir obviedades que todos conocemos sobre ésta, lo que realmente me llamó la atención fue el uso y abuso de chistes burdos de enanos. Aquello era una auténtica pasada, me hizo pensar sinceramente si alguno de los guionistas no habría sido violado en grupo por una caterva de enanos acondroplásicos sedientos de culo y aún tenía el trauma tan adentro que su única manera de sacarlo de allí era empleando su pluma demente contra estas personas que viven con esta graciosa tara.

Así que, sirviéndose de un actor enano, todos los personajes habituales de la serie, no sólo los que calzaban el estereotipo de malotes-canallas, no, amigos; también el resto de estereotipos facilotes que se marcan los guionistas y hasta la propia Aída iban escupiendo enfrente del enano chistes pésimos sobre su estatura. Y no soy precisamente la abanderada de lo políticamente correcto pero a mí se me iba rompiendo el corazón a cada gracieta - “pero mira, si parece que lo sacaron de un futbolín” sic. –, llegando a contar veinte chistes de este tipo, sin tan siquiera acabar de ver la serie. Y me preguntaba qué habría pasado si, en vez de un enano, el personaje hubiera sido un hombre con síndrome de down o con la cara quemada. Sin maquillaje y sin actuar, claro, porque al fin y al cabo el enano era un enano de verdad, no hicieron una recreación como hacía Milikito en sus buenos tiempos.

Me imaginaba que “El Luisma” lo miraría y diría: “Mira el retarded cómo se baba, qué risa”, o Aída le quitaría la máscara al hombre que se quemó en un accidente la cara y exclamaría audaz: “¡Pero si parece Freddy Crugger! Ay, es que me despollo viva.”

En ese caso, al día siguiente de la emisión, en Telecinco estarían nadando en denuncias de mil asociaciones distintas. Pero con enanos no, los enanos están ahí para que te rías, coño, que tantos monarcas no podían estar equivocados.

Al momento de ver esta granputabasura recordé una escena de “Vivir rodando”. Están grabando la secuencia del sueño y el actor, que es enano y también tiene muy mala hostia, se rebela ante la petición del director de que lance una carcajada al final de la escena. Éste es el momento clímax. Sus sentencias tan llenas de razón son como una cagada en la boca de mismísimo David Lynch. Imprescindible.



Menos mal que hay gente que entiende las cosas a la primera. Por cierto, si no habéis visto esta película ya estáis tardando, que es caviar número uno, amiguitos.

viernes, enero 19, 2007

Dios los cría y yo los junto

Me acaban de dar una noticia que me ha revuelto las tripas como un puñetazo del destino: dos sujetos que conozco van a tener un hijo. Me diréis que qué alarmista, si es éste el fin principal de nuestra existencia errante. Sacaréis tochos antropológicos que demuestran por qué las caderas de Shakira gustan al hombre primitivo que busca ese fin tan animal y tan inconsciente, la reproducción.

Comprenderíais mi alarma ante tal mejunje de jugos y la consecución de éstos en una pequeña personita si os mostrara daguerrotipos antológicos de los sujetos, pero no soy tan hijadeputa y conservaré su anonimato mientras me cebo con ellos en esta historia de amor farlopero, duro y al corazón.

Él era como un vehículo sin luces largas ni cortas y con las de posición atrofiadas. Por entonces, esperaba en el arcén de la autopista de la vida a que vinieran los del servicio de urgencias a echarle una mano. Aunque dueño de un restaurante-granja catalana - negocio familiar que funcionaba solo, pero que iba de mal en peor desde que fue dejado en sus manos - por las tardes colgaba el delantal y seguía el camino del samurai, practicando con sus tachis y sus katanas de madera.

Ella era la antigua novia de un amigo, de ésos que tiene toda pandilla que se precie. Una mezcla entre el personaje de Begbie en Trainspotting y el yerno de los Tous. Amigo de sus amigos pero siempre a la defensiva, tanto, que podría buscarte un problema en los sitios más insospechados (por ejemplo, en un lugar tan happyflappy como el “Sandwich&Friends”).

Ese jodido dibujito de Jordi Lavanda me está mirando mal.

Bien, ella le seguía a todas partes pues a su lado siempre nevaba polvo del amor. No voy a negar que, en su momento, quise apartarla del vicio, de la mala vida y de ese mosquito que veía zumbar a su alrededor aún siendo consciente de que no existía. Le regalé un par de libros y una camisa y una vez me la llevé a tomar algo con una amiga decente. Mi colega me contestó que, por favor, no la trajera más.

Y también debo confesar que desistí, quizás demasiado pronto, por sus continuas paranoias de perfecta adicta. No había manera de sacarla de ese agujero del infierno y sabía que si continuaba con mi buena acción del mes, acabaría yo misma en ese mismo lugar infecto de esnife cotidiano.

Pero aquella noche de verano estábamos muriéndonos del asco, creo que viendo Perdidos con la alemana zampabollos (ya me desahogué acerca de ella en el primer post), que mojaba las bragas cada vez que salía un torso desnudo. El ninja se repantingaba en el sofá mirando a la pantalla sin entender nada porque la muy puta lo ponía siempre en inglés. El novio de la alemana estaba en la sala de ordenadores hablando solo y como ente externo a la casa me había traído a un amigo al que pregunté que qué tal si llamaba a Begbie-Tous.

- ¿Quieres traerlo aquí? - me contestó alarmado.

- Sí, esto es un rollo.

- Bueno, tú sabrás. Pero a esta peña no creo que les haga mucha gracia.

Dicho y hecho, a la media hora ya estaba ahí con su troupe de lujo: su exnovia, un tipo que maquillaba cadáveres y otro cuyo mote no revelaré (que el día menos pensado se gunglean cual locutor de la COPE). En definitiva, era éste un universo paralelo pero nunca convergente con el de mi piso y al que yo había juntado por obra y gracia de la diosa fortuna.

La gente de la casa se lo pasaba cada vez mejor. El novio de la alemana estaba entretenido pinchando frenéticamente sus LPs ajados de Phil Collins y el ninja no paraba de bufar, aún cuando tenía un jodido marcapasos o algo así al ladito del corazón. Y no sé si fue esa faceta de machineboy o los apuntes tartajas a las teorías revisionistas de Begbie lo que influyó de manera decisiva en la muchacha, que se acercó a mí mientras preparaba un mojito y me confesó que su corazón sucumbía ante aquel personaje con unas palabras tal que así: “Pues este chico… es mono ¿no?”

La hija de un dios germánico menor ya se había retirado a la cama cuando el ninja entró en la fase que a mí me gusta llamar “colegas pa siempre” y, en un acto de lo más filantrópico, regaló una de sus katanas a Begbie, que primero contestó cortésmente que se la volviera a guardar pero, ante sus súplicas, se la enfundó, aprovechando ese momento de mongolismo para sacar algo en claro de la situación.

Toma la katana que mi padre me entregó en el lecho de muerte y que ahora te pertenece pues somos colegas pa siempre tres horas después de conocernos. Que te lo digo yo.

A las nueve de la mañana se piraron (por fin) y allí nos quedamos totalmente reventados durmiendo la mona. Un día después, la exnovia de Begbie, como un reloj y con el chichi pepsicola, me llamaba para pedirme el teléfono del ninja.

Y así fue surgiendo el secreto amor. Los acontecimientos sucedieron, un mes después, de manera atropellada y el ninja ya nos la quería meter en casa. El novio de la alemana convocó una reunión en el bar de abajo con carácter de urgencia explicándonos cómo su amigo de la infancia se había vuelto completamente loco al juntarse con tal señorita, que él podía soportarlo una noche casual de risas pero que no estaba dispuesto vivir el día a día con drogadictos metidos en casa.

De esta forma, con todo el mundo en su contra, Romeo y Julieta Scarface se encontraron más unidos que nunca y, aunque abocados a la tragedia, fuimos testigos de la mudanza del ninja para compartir su vida con su amada, entre mariposas y mosquitos fantásticos.

Y ahora, año y medio después y sin saber nadie cómo ha podido suceder, parece que ha surgido el fruto de esta comunión de almas. Yo me apunto el papel culpable que he jugado en esta historia y, quince años más tarde, si un chavalín me da un tirón al bolso por la calle, no blasfemaré en vano, ni maldeciré a los hados, pues sé que es probable que el ladrón no sea más que la consecuencia de esa noche atroz en la que a mí me picaba la nariz.

miércoles, enero 17, 2007

Esas barflys

Tengo que decirte algo. Si un hombre llega con una botella de whisky, me temo que me iré con él.

Wanda Wilcox- Faye Dunaway


A la tercera copa, me empiezo a sonrojar y a poner tontuna, a la cuarta ya pedaleo haciendo partícipes a todos de mis teorías conspiranoias. A la sexta es probable que me recojan del suelo mientras balbuceo algo sobre la matrix.

Gracias a Thor, me sé controlar, lo que no quita que sienta una enorme fascinación por las mujeres que se dejan caer – siempre en solitaria presencia- por el bar de turno y salen un par de horas más tarde, sin despeinarse el flequillo, con su hígado de hierro a otra parte para proseguir ahondando en los matices de su infierno personal.

La diferencia básica entre las mujeres y los hombres alcohólicos es que ellas no suelen dar tanto el coñazo. Desde luego, en proporción – al menos a la vista y no ahogándose solas en vodkazos en la fría casa que antes fue un hogar – hay muchas menos pero, mientras que ellos demuestran tener una predisposición total para entablar conversaciones ridículas con cualquier incauto; ellas, aunque amables, no están ahí para hacer amigos y como mucho sonríen condescendientes ante el pollafloja que les invita a una copa. Los habituales saben que esas piernas no se abrirán, pues la fémina tiene ya un amor de nombre Jack, de apellido Daniel.

Todavía estoy esperando a que la UNESCO admita mi proposición para conseguir que la carrera de las medias de la Rubia de la Coctelería Manhattan llegue a ser considerada patrimonio de la humanidad. La he visto tantas veces, en el mismo sitio, a punto de romper las cadenas del nylon y, sin embargo, permaneciendo en el mismo lugar, antes de que el muslo prieto asome sus carnes sin satinar. Continúa inalterable, como el cartel conceptual del Cóctel del día que el barman del Manhattan – geniales camisetas Miami Beach- deja colgado en la pared durante un largo mes.

La Rubia, con la cara pintada sin ninguna intencionada sobriedad, deja entrever la pequeña flojera del delirium tremens a mediodía. Todo lo contrario a la barfly de vinatería, que apenas luce maquillaje. Colorete no necesita, pues se pueden intuir las finas venas correteando por su mejilla y formando un detallado mapa de la Ribera del Duero.

Tampoco lleva tacones y se mueve con discreción. Puede utilizar eufemismos del tipo “ponme una” y no “otra”, como si la anterior copa nunca hubiera sucedido.

No va allí cada día a paladear los taninos ni el fino aroma a roble. Rosado o blanco, pero siempre el segundo más barato de la carta. Paga con puntualidad cada vez que se le sirve, depositando el dinero delicada y silenciosamente sobre la barra.

Hay una, en especial, a la que observo con admiración. El otro día estaba tan cerca de ella que pude escuchar un fragmento de su conversación por el móvil:


- No, está con su padre.
- No sé por qué no me deja verla.
- Ya.
- Estoy en la calle, para que me dé un poco el fresco.
- Es que meterme en casa me agobia.

(...)


Bienaventuradas sean las divorciadas que llenan con una botella el hueco que les dejaron en la cama doble.

viernes, enero 12, 2007

Hoy es un buen día para morir

El año pasado el gobierno de Texas tuvo a bien dar a conocer las últimas palabras de los condenados a muerte en su página oficial. La mayoría de ellos se encomiendan a Jesús – Lord of the lords – piden perdón a la familia de las víctimas o continúan proclamando su inocencia a escasos minutos del fin de su existencia.

Yo, buscando morbosamente en la lista de los trescientos setenta y nueve eliminados mediante inyección letal desde el 82, esperaba encontrarme más pataleos, más insultos y más niggas rompiendo sus cadenas. Aún así, hay pequeñas joyas. Se puede observar que, a eso de finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, los “me encomiendo a ti, Jesucristo” son reemplazados en buena cantidad por “Alá es el único Dios”. Y todos sabemos cuánto toca los cojones a la gente maja de Texas - añorantes de aquellos mejores tiempos, de los buenos colonos - la mención a Alá y su profeta.

No es sólo el hecho de que un gobierno dé a conocer las últimas palabras de los condenados en las catacumbas de la justicia vía Internet, es la extraña sensación de visualizar todo el proceso: me imagino al auxiliar administrativo tecleando lo que escucha en las grabaciones, preguntando al colega de la mesa de al lado si ese rezo en árabe se escribirá así o asá, eliminando las palabrotas de las últimas declaraciones del condenado, escaneando las hojas con la información de éste para luego mandar un e-mail con los datos adjuntos al tipo que lo sube al servidor. Tenga un buen día, Señor Talycual. Volver a casa, quizás pasarse antes por el bar para beber una Rolling Rock fresquita. Que se me seca el gaznate, Marnie.

Todo para dar a conocer al mundo esta ensalada de carne sin aliñar. Aquí les cito mis favoritos:

Decir qué de qué. Decir qué. No soy culpable del cargo de pena de muerte. Robadme, a mí y el dinero de mi familia. Mi verdad siempre será mi verdad. No hay bondad y no hay amigos; no hay miedo de loque me hacéis. No hay bondad para ti, sepulturero. Asesino. [Trozo omitido debido a blasfemia] Dadme mi dinero. Dadme mis derechos. Dadme mis derechos. Dadme mis derechos. Devolvedme mi vida.

Kelsey Patterson

(...) Todo empezó con una aguja y se acaba con una aguja.(...)

Jeffery Doughtie

No tengo un mensaje propio, pero tengo uno de Dios para vosotros: salvad a los niños. Encontrad aquellos que necesiten ayuda y haced un pequeño sacrificio de vuestra propia riqueza y salvad a los inocentes. Ellos son la llave para hacer del mundo un lugar mejor.


Richard Brimage

Soy un guerrero africano, nacido para respirar y nacido para morir.


Carl Kelly

Esta ejecución no es justa. ¡Es un acto de de venganza! Si esto es la justicia, entonces está ciega.

Coge a un joven retrasado y borderline quien, por la primera vez en su vida cometió un delito. Luego contaminad su verdad, añadir un juez que discrimina, más un jurado todo de gente blanca, exagerarlo con una ineficaz asistencia del abogado. Y elimina la opción de rehabilitación, acosa a los testigos. Y habréis creado una sentencia de muerte que dura más de diez años para toda una familia.

Freddie Web

Sólo quiero que todo el mundo sepa que el fiscal y Bill Scot son unos hijos de puta(aquí parece que el censor no estuvo avispado) Refiriéndose a su familia añadió que los quería a todos.

Edward Ellis

Hay amor y paz e Islam.

Willie Williams

Antes de que me vaya, quiero deciros una cosa a todos. Cuando muera, enterradme profundamente, colocad dos altavoces a mis pies, ponedme unos auriculares en la cabeza, y rockanroleadme cuando esté muerto. Os veré en el cielo algún día. Eso es todo, alcaide.

Robert Douglas

Sólo el cielo y la verde hierba existirán por siempre. Hoy es un buen día para morir.

David Martínez

Tengo una cosa que decir: sacad a vuestro alcaide fuera de esta camilla y callaos. Soy de la Isla de Barbados. Soy el alcaide de este módulo. La gente os está viendo hacer esto.

Monty Delk

Vamos a hacerlo, hombre. Dispuesto, ¿no es la vida una [improperio eliminado]? (aquí traduje "dispuesto" por "Lock and Load", expresión que popularizó John Wayne en "Arenas de Iwo Jima", y que quería decir, más específicamente: cerrar y cargar la munición en la recámara)

G. W. Green

Todos vosotros me trajisteis aquí para ser ejecutado, no para dar una charla. Eso es todo.

Charlie Livingston

Lamento profundamente lo que pasó. No hice daño intencionado a nadie. Eso es todo y didimau.

John Wheat


domingo, enero 07, 2007

Pelis de Vietnam (IV)

Es muy triste que, a estas alturas, me vea obligada a escribir este post de urgencia para acallar los rumores que me sitúan junto a Paquirrín, celebrando aún la Nochevieja en una nave industrial a las afueras de Madrid.

Contraria a los difamadores y falaces susurros, confirmo que NO hemos coincidido en esta ocasión, pues mi primera Nochevieja sin Saddam la he pasado de forma discreta en una fiesta con barra libre de blandiblú, y del semilíquido manjar dio buena cuenta la efeba de vuestra izquierda.

Yendo al tema que nos ocupa, diciendo con alegría adiós al año 2006 y esperando que el que sigue sea número uno para todos vosotros, llegamos a la entrega palito uve, por fin.

Y empezamos con el director definido por Kirk Douglas como “una mierda llena de talento”, o sea, nuestro judío favorito, el señor Kubrick, que estrenaba en el 87 La Chaqueta Metálica.

Stanley estaba pensando en filmar una película del Vietnam que, además, hablara de la dualidad del ser humano. Si estáis poco familiarizados con los conceptos de Jung, el simpático hombre de la ONU os lo explica con un simple esquema:

Gracias, Smiley Man.

Como ocurre en la obra de teatro The Basic training of Pavlo Hummel, hay dos partes muy diferenciadas. La primera, que se desarrolla en el campo de entrenamiento de los marines, acaba cuando termina la agonía del Recluta Patoso y su mirada demente.

Si alguien se pregunta si aquellas vejaciones eran realmente tan fuertes como para lograr que alguien acabe con su propia vida, debieron y deben serlo, si se le echa un vistazo a la página del ejército de los ueseá.

Aún a pesar de las pegadizas y jocosas rimas – mi preferida: “Ho Chi Minh es una hijoputa, la tiene con ladillas y diminuta" – que tal vez pudieran hacer la vida más agradable a los soldados; los abusos, encaminados a eliminar a los débiles, conocidos en la jerga militar con la abreviatura de "unsats", podrían no tomarse como algo personal, pues el simple razonamiento de éstos era que un hombre que no puede soportar unas cuantas patadas en el culo, ni por asomo está preparado para el combate.

El elegido por Kubrick para encarnar al destructor de autoestimas fue el veterano del Vietnam, R. Lee Ermey, quien había sido descubierto en un papel mucho más light por Sydney J. Furie en la ya mencionada Los Chicos de la Compañía C, pero convirtiéndose con el personaje del Sargento Hartman, en un icono al más puro estilo americano.

En la actualidad, presenta un programa sobre armas en el Canal de Historia. Aquí lo tenemos con camisa hawaiana siempre a tope. Y este otro documento que no se pueden perder, de un anuncio de la cerveza Coors, cameo digitalizado de John Wayne incluido.

Como sea, sus momentos estelares son muchos en la Chaqueta Metálica y siempre es un buen día para aprender que en Texas sólo hay vacas y maricones.


Tras el mortal training, Recluta Bufón es escogido como reportero del periódico militar Barras y Estrellas y así enviado a cubrir noticias, al frente de Hue . El emplazamiento elegido por Kubrick para recrear esta ciudad fue una fábrica de gas abandonada a las afueras de Londres.

Y a pesar de sus esfuerzos, como hacer traer las palmeras desde España, las secas caras de los soldados y el grisáceo cielo del sur de Inglaterra fallan al transportarnos a las cálidas tierras de Oriente. Ahora es cuando los cinefangosos escriben sus indignados comentarios argumentando que Stan hace mejores cunnilingus a Mamasan que Coppola. Y nos lo pasamos en grande discutiendo hasta el amanecer virtual.

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Stone contraataca de nuevo en 1989 más comprometido que nunca y haciendo resonar los ecos de las manifestaciones contrarias a la guerra, toda una generación que salía a las calles clamando don´t tell me lies about Vietnam.

Y es que la visión desde el lado antibélico había quedado algo nublada; primero, por las películas que parecía que querían ganar en la pantalla la guerra que perdieron en el campo de batalla y, luego, por aquellas que pretendían, teniendo como trasfondo el conflicto, ir más allá y alcanzar grandes verdades metafísicas.

Nacido el 4 de Julio es la primera que parece posicionarse como una verdadera película anti-guerra sin miedo al término, a través de un veterano del Vietnam que después de volver a casa, comienza a darse cuenta de los errores del conflicto.

Es bastante valiente rebelarse después de luchar y haber dado buena parte de tu existencia – y una de tus extremidades, además – en pos de una causa que ahora consideras perdida. También se puede razonar que a Ron Kovic no le quedaba otra opción, aparte de quedarse deprimido entre los cactus de México con el amigo parapléjico Dafoe. Ahora la militancia daba sentido a su vida.

De la dificultad de situarse en el bando pacifista, después de haber combatido en Vietnam, habla Philip Caputo en “Un rumor de guerra”, lo tecleo aquí porque a mí se me pusieron los pelos como escarpias leyendo el libro:

En su momento, participé en el movimiento antibélico y luché, sin éxito, por conciliar mi oposición a la guerra con esa nostalgia. Más tarde comprendí que la conciliación era imposible; nunca podría odiar la guerra de un modo que se pareciera a la pasión pura de mis compañeros del movimiento. Puesto que había combatido en ella, no se trataba de un asunto abstracto, sino de un acontecimiento profundamente emocional, lo más significativo que me había ocurrido. Aunaba mis pensamientos, sensaciones y sentimientos en un abrazo inseparable. (…) Era capaz de manifestarme en voz tan alta como el activista más convencido, pero no podía negar el dominio que la guerra ejercía sobre mí, ni el hecho de que había sido una vida tan fascinante como repulsiva, tan estimulante como triste, tan tierna como cruel.

Todo el que combatió en Vietnam, si es sincero consigo mismo, tendrá que reconocer que disfrutó del compulsivo encanto del combate. Se trataba de un goce peculiar porque se mezclaba con un dolor equivalente. Bajo el fuego, la energía vital del hombre aumentaba proporcionalmente a la proximidad de la muerte, de modo que sentía tanta alegría como miedo. Sus sentidos se aguzaban, alcanzaba una placentera y a la vez atroz claridad de conciencia. Parecía el elevado estado de percepción que provocan las drogas. Y podía, también, habituarse a él ya que hacía que pareciera vulgar cualquier otra cosa que la vida le ofreciese en cuanto deleites y tormentos.

De todas formas, la película de Stone da en el clavo, sobre todo con la escena del desfile y la tensión recuperada cuando Ron va a visitar a la familia del compañero que había asesinado accidentalmente en Vietnam.

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También en el mismo año se estrenó Corazones de Hierro, de Brian de Palma. Más claramente izquierdista que las demás, muestra la corrupción y podredumbre de los valores en la guerra a través del secuestro y violación de una chica vietnamita. Michael J. Fox encarna al novato que acaba de llegar a la tierra perdida y al que todavía le quedan algunos escrúpulos.

Parece que en su lucha por hacer lo correcto, va a tropezar primero con otro soldado también novato al que le repugna la idea de violar a la muchacha pero que cae bajo la presión del grupo. Y, al denunciar el hecho, se encontrará además con un grupo de oficiales que quitan hierro al asunto o ensalzan la heroicidad de su superior, interpretado por Sean Penn, quien le había salvado la vida en combate.


La sentencia tergiversada de la Biblia que clama Penn bajo la lluvia era una de las preferidas de los soldados para darse valor. La escribían en sus chalecos antibalas, después algunos llegaron a tacharlo porque la frase se había hecho tan popular que los "cabrones" de la zona desmilitarizada también la escribían en sus chaquetas.


[Comida de párrafo y final abrupto] El protagonista, después de una ardua lucha por dar a conocer la verdad, se da cuenta de cómo esa podredumbre de inmoralidad también acaba por asaltarle a él.

Fins.

Próximo y último capítulo: La escalera de Jacob y homenajes.