domingo, enero 07, 2007

Pelis de Vietnam (IV)

Es muy triste que, a estas alturas, me vea obligada a escribir este post de urgencia para acallar los rumores que me sitúan junto a Paquirrín, celebrando aún la Nochevieja en una nave industrial a las afueras de Madrid.

Contraria a los difamadores y falaces susurros, confirmo que NO hemos coincidido en esta ocasión, pues mi primera Nochevieja sin Saddam la he pasado de forma discreta en una fiesta con barra libre de blandiblú, y del semilíquido manjar dio buena cuenta la efeba de vuestra izquierda.

Yendo al tema que nos ocupa, diciendo con alegría adiós al año 2006 y esperando que el que sigue sea número uno para todos vosotros, llegamos a la entrega palito uve, por fin.

Y empezamos con el director definido por Kirk Douglas como “una mierda llena de talento”, o sea, nuestro judío favorito, el señor Kubrick, que estrenaba en el 87 La Chaqueta Metálica.

Stanley estaba pensando en filmar una película del Vietnam que, además, hablara de la dualidad del ser humano. Si estáis poco familiarizados con los conceptos de Jung, el simpático hombre de la ONU os lo explica con un simple esquema:

Gracias, Smiley Man.

Como ocurre en la obra de teatro The Basic training of Pavlo Hummel, hay dos partes muy diferenciadas. La primera, que se desarrolla en el campo de entrenamiento de los marines, acaba cuando termina la agonía del Recluta Patoso y su mirada demente.

Si alguien se pregunta si aquellas vejaciones eran realmente tan fuertes como para lograr que alguien acabe con su propia vida, debieron y deben serlo, si se le echa un vistazo a la página del ejército de los ueseá.

Aún a pesar de las pegadizas y jocosas rimas – mi preferida: “Ho Chi Minh es una hijoputa, la tiene con ladillas y diminuta" – que tal vez pudieran hacer la vida más agradable a los soldados; los abusos, encaminados a eliminar a los débiles, conocidos en la jerga militar con la abreviatura de "unsats", podrían no tomarse como algo personal, pues el simple razonamiento de éstos era que un hombre que no puede soportar unas cuantas patadas en el culo, ni por asomo está preparado para el combate.

El elegido por Kubrick para encarnar al destructor de autoestimas fue el veterano del Vietnam, R. Lee Ermey, quien había sido descubierto en un papel mucho más light por Sydney J. Furie en la ya mencionada Los Chicos de la Compañía C, pero convirtiéndose con el personaje del Sargento Hartman, en un icono al más puro estilo americano.

En la actualidad, presenta un programa sobre armas en el Canal de Historia. Aquí lo tenemos con camisa hawaiana siempre a tope. Y este otro documento que no se pueden perder, de un anuncio de la cerveza Coors, cameo digitalizado de John Wayne incluido.

Como sea, sus momentos estelares son muchos en la Chaqueta Metálica y siempre es un buen día para aprender que en Texas sólo hay vacas y maricones.


Tras el mortal training, Recluta Bufón es escogido como reportero del periódico militar Barras y Estrellas y así enviado a cubrir noticias, al frente de Hue . El emplazamiento elegido por Kubrick para recrear esta ciudad fue una fábrica de gas abandonada a las afueras de Londres.

Y a pesar de sus esfuerzos, como hacer traer las palmeras desde España, las secas caras de los soldados y el grisáceo cielo del sur de Inglaterra fallan al transportarnos a las cálidas tierras de Oriente. Ahora es cuando los cinefangosos escriben sus indignados comentarios argumentando que Stan hace mejores cunnilingus a Mamasan que Coppola. Y nos lo pasamos en grande discutiendo hasta el amanecer virtual.

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Stone contraataca de nuevo en 1989 más comprometido que nunca y haciendo resonar los ecos de las manifestaciones contrarias a la guerra, toda una generación que salía a las calles clamando don´t tell me lies about Vietnam.

Y es que la visión desde el lado antibélico había quedado algo nublada; primero, por las películas que parecía que querían ganar en la pantalla la guerra que perdieron en el campo de batalla y, luego, por aquellas que pretendían, teniendo como trasfondo el conflicto, ir más allá y alcanzar grandes verdades metafísicas.

Nacido el 4 de Julio es la primera que parece posicionarse como una verdadera película anti-guerra sin miedo al término, a través de un veterano del Vietnam que después de volver a casa, comienza a darse cuenta de los errores del conflicto.

Es bastante valiente rebelarse después de luchar y haber dado buena parte de tu existencia – y una de tus extremidades, además – en pos de una causa que ahora consideras perdida. También se puede razonar que a Ron Kovic no le quedaba otra opción, aparte de quedarse deprimido entre los cactus de México con el amigo parapléjico Dafoe. Ahora la militancia daba sentido a su vida.

De la dificultad de situarse en el bando pacifista, después de haber combatido en Vietnam, habla Philip Caputo en “Un rumor de guerra”, lo tecleo aquí porque a mí se me pusieron los pelos como escarpias leyendo el libro:

En su momento, participé en el movimiento antibélico y luché, sin éxito, por conciliar mi oposición a la guerra con esa nostalgia. Más tarde comprendí que la conciliación era imposible; nunca podría odiar la guerra de un modo que se pareciera a la pasión pura de mis compañeros del movimiento. Puesto que había combatido en ella, no se trataba de un asunto abstracto, sino de un acontecimiento profundamente emocional, lo más significativo que me había ocurrido. Aunaba mis pensamientos, sensaciones y sentimientos en un abrazo inseparable. (…) Era capaz de manifestarme en voz tan alta como el activista más convencido, pero no podía negar el dominio que la guerra ejercía sobre mí, ni el hecho de que había sido una vida tan fascinante como repulsiva, tan estimulante como triste, tan tierna como cruel.

Todo el que combatió en Vietnam, si es sincero consigo mismo, tendrá que reconocer que disfrutó del compulsivo encanto del combate. Se trataba de un goce peculiar porque se mezclaba con un dolor equivalente. Bajo el fuego, la energía vital del hombre aumentaba proporcionalmente a la proximidad de la muerte, de modo que sentía tanta alegría como miedo. Sus sentidos se aguzaban, alcanzaba una placentera y a la vez atroz claridad de conciencia. Parecía el elevado estado de percepción que provocan las drogas. Y podía, también, habituarse a él ya que hacía que pareciera vulgar cualquier otra cosa que la vida le ofreciese en cuanto deleites y tormentos.

De todas formas, la película de Stone da en el clavo, sobre todo con la escena del desfile y la tensión recuperada cuando Ron va a visitar a la familia del compañero que había asesinado accidentalmente en Vietnam.

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También en el mismo año se estrenó Corazones de Hierro, de Brian de Palma. Más claramente izquierdista que las demás, muestra la corrupción y podredumbre de los valores en la guerra a través del secuestro y violación de una chica vietnamita. Michael J. Fox encarna al novato que acaba de llegar a la tierra perdida y al que todavía le quedan algunos escrúpulos.

Parece que en su lucha por hacer lo correcto, va a tropezar primero con otro soldado también novato al que le repugna la idea de violar a la muchacha pero que cae bajo la presión del grupo. Y, al denunciar el hecho, se encontrará además con un grupo de oficiales que quitan hierro al asunto o ensalzan la heroicidad de su superior, interpretado por Sean Penn, quien le había salvado la vida en combate.


La sentencia tergiversada de la Biblia que clama Penn bajo la lluvia era una de las preferidas de los soldados para darse valor. La escribían en sus chalecos antibalas, después algunos llegaron a tacharlo porque la frase se había hecho tan popular que los "cabrones" de la zona desmilitarizada también la escribían en sus chaquetas.


[Comida de párrafo y final abrupto] El protagonista, después de una ardua lucha por dar a conocer la verdad, se da cuenta de cómo esa podredumbre de inmoralidad también acaba por asaltarle a él.

Fins.

Próximo y último capítulo: La escalera de Jacob y homenajes.

miércoles, diciembre 20, 2006

Porque el futuro es de los niños

Esta escena siempre tendrá un hueco en mi corazón.

¡Chocolate Sexy! ¡Un aplauso para Chocolate Sexy!



Feliz Navidad y mucho hamor, son ustedes encantadores.

Edito villancico koreano que me he bajado vía Check the cool Wax:




Epatante.

jueves, diciembre 14, 2006

Mis amigos los mendigos

No es que me den miedo las almas perdidas que deambulan por las calles de nuestras ciudades. No es el olor a meaos, a vino a granel e incluso a veces a mierda humana que, macerada en sus ojetes y perdida para siempre entre el vello de sus piernas, viene a parar a mi nariz en forma de un chute de realidad que no pedí.

Ni siquiera es la lástima que siento, artificial y egoísta, por sus sucios rostros, pues es finalmente el temor a acabar como ellos, coleccionando cartones impregnados de orina en una Caixa. Eso de la fina línea que nos separa.

No.

Me tienen manía. No sé qué ven en mí, por qué se paran y me escupen sus desechos de palabras. Y ésta es mi última reencarnación y no la quiero joder. O, como dijo Chico Ocaña a un puñado de punkis: "hemos venido aquí a quedar bien".

Tómate otro trago, no me persigas por la avenida gritándome en el oído "seguidores de Pinochet, ¡ESCORIA!", maldito saco de piojos.

El peor, aquel que se quedó mirándome a los ojos durante cinco eternos minutos mientras me fumaba un pitillo en mi propio portal. Portal del Ángel, no me jodas, sábado por la tarde y la calle abarrotada. Tiene que venir hacia mí con la cara costrosa y ladillas en los ojos.

- ¡Fóllate al mendigo, fóllatelo!

No digo nada, se me dibuja una sonrisa socarrona, como siempre que me pongo nerviosa.

- ¡Fóllate al mendigo, que viste mejor que tú!

Me miro los pantalones (es verdad, un tanto raídos) y hago contacto visual con una guiri que nos sonríe como si lo nuestro fuera una discusión de enamorados.

- ¡Nunca encontrarás un hombre! ¡Nunca!

Ya está. Premonición. No puedo escapar, sacar las llaves y darle la espalda no es una opción. La gente me mira y ni siquiera he dicho nada.

- ¡Nunca! ¡Nunca, nunca!

Se va dando patadas a las puertas y a las bolsas de basura. Cuando está a diez metros, aparecen Álex y sus drugos:

- ¿Te ha hecho algo? Porque si te ha hecho algo le partimos la cara, eh.

Recompongo la frase - no, no me ha hecho nada- con las canillas temblando.

Porque tengo un blog y tengo el poder, que lo dice 20minutos, ahora mismo me voy a escribir un articulazo que dejará a todos esos homeless de mierda como lo que se merecen. ¡Ja!

Buuuuuuuuuuuu.

martes, diciembre 05, 2006

Lluvia de amor en la butaca

Interrumpimos nuestra conexión con Do Luong para narrar los acontecimientos que sucedieron en la noche del pasado viernes.

Era el último día del festival de cine de Gijón. Los que no nos habíamos decantado por la burbujeante chispa chisposa de Eva Hache en la gala de clausura, estábamos esperando para entrar a ver un documental cuya sinopsis clamaba : "experimentación erótica de París a Nueva York y de Tokio a Río".


Como se trataba de la última proyección, la gente regalaba a cualquier maromo que pasara por allí los bonos que les habían sobrado, hartos ya de tanta experimentalización. A mí también me había sobrado uno que ingenuamente pretendía "revender" por el mismo precio por el que lo compré. Pero al momento supe que en ese mercado de la filantropía cuyo lema era "para que no se pierdan", no tenía mucho que hacer.

Así que entré en la sala con el extrabono en mi misántropo y hostil bolsillo - porque donde pago, cago - y poco más.

Nos sentamos en la última fila. En el extremo se encontraba un hombre de unos cuarenta y tantos años, no llevaba ningún tipo de lentes y además estaba sentado solo. Comprendí al instante que era uno de aquellos receptores del bono sobrante de algún alegre popi.

En el suelo había depositado una pequeña bolsa de supermercado. Sin duda, su mujer e hijos podrían esperar por el alimento hasta que él terminara de ver esa obra fílmica (esta hipótesis corre de mi cuenta).

Comienza la proyección, que desprende un tufillo epatador, tratando quizás de abrir los ojos a esta buenas gentes de provincias acerca de cómo se lo monta la gente sexualmente por el mundo. Lo cual tendría cierto sentido si:

- en el ámbito rural no se llevara practicando el bestialismo ( mucho más transgresor que cualquier tipo en mallas zurrándole en el culo a otro) desde tiempos inmemoriales.

- en la ciudad no conociéramos el Internet y por ende rarezas sexuales que dejan al swapping como un juego de niños light y descafeinado.

Aún así, al menos no te entra la modorra, como me había venido ocurriendo, a excepción de la coreana Host, con las otras películas del festival.

Cuando comienza la sección sobre travelos, un ruidito se oye a mi izquierda. Miro de reojo al hombre del extremo, separado de mí por una butaca vacía.

Chofi

Chofi

No puede ser, me dije, no es posible que se esté haciendo el amor. Observo a mi alrededor con el fin de encontrar una mirada cómplice y amiga, para decirnos con los ojos "¡se está haciendo una galoyaca!"

Pero no. Todo el mundo pone su atención en la pantalla, donde un shemalote, de nombre Lucerito, está dándole por el culo a un tarao por las pollas y las tetas todo en uno. Eso sí, con un velo de blur, por lo del erotismo.

Pienso que deben ser imaginaciones mías cuando de repente el tipo cambia de táctica: para acallar el chofi-chof que hace la palma de su mano izquierda contra la carne en barra, comienza a hacer tintinear a un ritmo frenético las monedas que tiene en su bolsillo derecho.

Como los leuros hacen bastante ruido, la chica que tiene delante vuelve su cabeza. Al momento él coge su chaqueta, se la coloca por encima de su mortadela y para de dar el coñazo con las moneditas.

Así transcurren cinco minutos eternos, arriba y abajo. El asco y la fascinación son sentimientos encontrados en mi cabeza. El asco le dice a la fascinación "hola", la fascinación le contesta "buenas noches, ¿te hago un pajote?".

Se acaba la sección travelos, pasan a suspensiones y piercings audaces. El tipo acaba con lo que estaba haciendo, y no me extraña. Diez minutos antes de que acabe el documental, recoge sus cosas y se larga por el pasillo, con el cuerpo encogido.

Y aquí no ha pasado nada.