jueves, noviembre 02, 2006

Pelis de Vietnam (II)

Me siento una pequeña hormiguita ante esta película. No sólo por el resultado sino sabiendo, al menos en parte, cómo se hizo. Lo que quiero decir es que es difícil explicar un diez sobre diez. Quizás podría empezar, me dije, haciendo gala de un estilo dadaísta, qué tal con: “Hoy os voy a hablar de una película que tal vez pocos conozcáis, se llama Apocalipsis Now y me hizo de llorar”, exponiendo, a la vez, mi sensibilidad a flor de piel.

Hay pequeñas verdades en la vida como que a la mano cerrada la llaman puño, que los heavys follan más bien poco y que Apocalipsis Now es un peliculón. Así que poco voy a decir que no se haya dicho ya. Aún así, me he metido en este berenjenal y no puedo hacer más que entusiasmarme.

This is the end, my only friend, the end...

Comienza Apocalipsis Now y lo más increíble es que lo hace a pesar del desorden y el caos que implicó filmarla (238 días con 27 millones de dólares) y montarla (250 horas rodadas).

A Coppola, genio y lúcido, se le fueron las cosas de las manos. Eligió el emplazamiento de las Filipinas para rodarla, lo que dio una sensación de veracidad increíble a la película; daban fe de esto las caras empapadas en sudor de los actores en la jungla, bajo el clima tropical.

El propio director mantuvo también varias reuniones con el Dictador Marcos, quien les proporcionó pilotos y material militar. Las consecuencias de escoger un lugar tan alejado e inhóspito se vieron reflejadas en el presupuesto de producción. Coppola no se cortaba un pelo en cuestión de catering. A veces se hacía traer víveres para sus - de todo menos frugales - ágapes directamente desde América hasta una casa que se había hecho construir dentro de un volcán inactivo, al que sólo se podía acceder en helicóptero.

A lo Hitchcock: Director, director de fotografía y diseñador de producción.

Grande de grandes. La situación comenzó a complicarse cuando desde Estados Unidos empezaron a pedir explicaciones. Mientras, en Filipinas se sumergían entre un montón de metros rodados pero apenas diez minutos salvables para el montaje. Una combinación de drogas, casas de masajes, tifones y unos actores que eran de todo menos “buenos chicos”, hicieron dogma la tan mítica frase de Coppola: “Apocalipsis Now no es una película sobre el Vietnam, es Vietnam”.

La escena inicial, en la que Willard está “esperando una misión”, tenemos en realidad a un Martin Sheen que llegaba de USA con graves problemas de alcoholismo Y que de hecho se quebró realmente la mano al chocar contra el espejo. Al “corten” de Coppola, Sheen replicó que quería explorar ese dolor.

El papel les chupó la sangre a la mayoría de los actores, llevándolos a límites interpretativos conseguidos también gracias a la libertad que daba el director, con la ausencia de marcas y un guión flexible, que logró una mayor espontaneidad.

Realmente, la primera de las escenas que se rodaron fue la patrullera de Willard, que introduce la escena más logísticamente imposible de la vida como director de Coppola, el ataque de la caballería aérea de Kilgore.

Mientras a Clean (el adolescente de 14 años, Lawrence Fishburne) los bombardeos masivos, dice, le chupan el aire de los pulmones, a Kilgore le da la pura vida el NAPALM mañanero. Megáfono en mano, restaura un orden californiano en medio del desorden oriental.

El Coronel Kilgore es un personaje del que se pueden sentir muy orgullosos ambos, Robert Duval y Milius (co-guionista) que ya había transmitido en “El gran miércoles”, la elevación del surf como modus vivendi. En esta película hay también unas cuantas escenas referentes al reclutamiento forzoso de unos muchachos que eran arrancados de aquella bondadosa tierra americana, y las ridículas y locas tácticas que se vieron obligados a emplear para escaparse de ella: unas filas interminables de jóvenes con falsas piernas rotas, simulaciones esquizoides y ultramaricas que pretendían salvarse de ir a la guerra.

Así que Kilgore podría simbolizar la demencia triunfante en Vietnam. Si nos joden, hacemos surf sobre sus olas, si se esconden en sus madrigueras, nosotros esparcimos las cartas de la muerte para que sepan quién ha pasado por aquí y que nos vean venir, big guts, con La cabalgata de las Valkirias resonando sobre sus aldeas. Es la locura del superviviente, porque está por encima de todo peligro.

Continúa el viaje a lo largo del río. Y la lectura de los dossiers entregados a Willard, mientras a él le caen gotas de sudor, al sentirse tan profundamente atraído por la figura de Kurtz. ¿De verdad quieren matar a este hombre?

“No hay que salir nunca de la lancha”. Llega un momento de diversión artificial: el espectáculo de las conejitas de Playboy a ritmo de Suzie Q. Poco más que una paja interrumpida cuando las chicas tienen que abandonar la plataforma en el bunny-chopper, acosadas por los soldados. (Redux)

Parece que los habitantes de la patrullera tienen un respiro fugaz, la suerte de encontrar la estación abandonada y el trato combustible-playmates, da paso a unas tragicómicas escenas, con Chef tratando de recrear su propio póster de Miss Diciembre y un Lance impregnado de ácido que hace caso omiso a la triste y patética historia que le cuenta la playmate del año. Mientras, la cámara subjetiva sólo tiene ojos para sus tetas. Como siempre, la realidad se impone, con el cadáver que cae pálido y tieso sobre el suelo. (Rx)

Ya de vuelta al río, se encuentran un sampán en apariencia inofensivo que transporta víveres. Pero el dedo en el gatillo de la metralleta de Clean se mueve rápido, a un movimiento sospechoso. Chief, que sigue los preceptos militares al pie de la letra, quiere llevar a la chica, que aún parece viva, a un hospital. A golpe de pistola, Willard acaba con los trámites ridículos de una guerra en la que se mata indiscriminadamente, para luego poner parches de falsa moralidad sobre los casi-muertos.

La última puerta, el Puente de Do Long, es el sindios donde unos soldados luchan sin ningún tipo de mando contra la única voz, la de un Charly que resuena a lo lejos. Una vez recogidas las últimas instrucciones sobre la “eliminación” de Kurtz, la patrullera continúa la navegación más allá del puente.

Lance y su Purple Haze

Tras la perdida del joven Clean en una emboscada, nos encontramos con la escena de la plantación francesa, de la que Coppola prescindió en la primera versión por considerar que la interpretación de los actores franceses no estaba a la altura. De hecho, se enfadó bastante en un principio: “Vamos a hacer como que esto nunca hubiera existido”, dijo después de verla, por todo el cuidado y dinero que se había puesto en la recreación de las escenas.

Los fantasmas del antiguo esplendor colonial, entierran a Clean junto al resto de la tripulación, con los honores de una raída bandera norteamericana. Como anécdota, el rodaje de la cena se filmó con luz natural, siguiendo el movimiento del sol al anochecer.

Están llegando al final del río y Willard siente que la atmósfera es diferente. No hay sitio en el templo de Kurtz para Chief, que muere atravesado por una lanza, mientras intenta ahogar a Willard, a quien lleva culpando durante todo el viaje de la kamikace misión que ahora ha acabado con su propia vida.

Les recibe un fotógrafo tarado que extiende los brazos en señal de bienvenida. Este personaje se escribió basándose en uno real: el hijo de Errol Flynn, que había sido fotógrafo en Vietnam y al parecer se había perdido por los más remotos lugares de Oriente. Interpretado por Dennis Hopper, quien afirmó no recordar nada ni del rodaje de Apocalipsis Now ni de los dos años posteriores a éste, el personaje se pierde en diálogos sin sentido, admirando sin restricciones a Kurtz, que aún no ha aparecido, aunque su leyenda sigue magnificándose.

Para la construcción del templo, morada de Kurtz y fin del viaje, se utilizaron, como bonito y macabro atrezzo, las cabezas cortadas de muertos ficticios, puesto que eran, en realidad, las de unos figurantes que se pasaron horas con el cuerpo bajo tierra, sudando tinta.

Fue tal la “pasión” que puso en el templo Dean Tavoularis, el diseñador de producción, que incluso dormía en el mismo, con todo un montón de material real –humano– que se agolpaba en la entrada, atrayendo insectos, gusanos y ratas. Siguiendo con la demencia habitual, se cuenta una anécdota que afirma que el diseñador de producción compró varios cadáveres a uno de los nativos y luego los habría conservado en formol. LOL!

En realidad, cuando Marlon Brando apareció en Filipinas cebado como un cerdo, a Coppola, ya bastante nervioso por la resolución de la película, casi le da un ataque al corazón. Para mayor desesperación del director, Brando confesó que ni siquiera se había leído el libro “El corazón de las tinieblas”, sobre el cual había basado la película. Así que el propio Coppola le leyó el libro a Brando, en voz alta, como a los niños, mientras discutían sobre cómo reescribir el guión. De todas formas, el precio de divo que se cobraba Brando mereció la pena. Fue él mismo quien dio las claves para la resolución de su personaje y, al fin y al cabo, del propio final de la película. Muchos de los monólogos de Kurtz se quedaron fuera del montaje, aunque Coppola introdujo uno de ellos en la versión del Redux, un discurso más político donde Kurtz pone en evidencia la hipocresía americana en Vietnam.

Esta película es un desastre de 20 millones de dólares, ¿por qué nadie me cree? ¡Creo que me voy a pegar un tiro! (Coppola en Heart of Darkness)

La desmoralización marcó a Coppola durante todo el film. Sus problemas empezaban con que su propio capital estaba en juego, además de un crédito que había pedido, sobrepasando el presupuesto inicial; el cambio de actor principal (se despidió a Harvey Keitel para el papel de Willard a última hora y ya en Filipinas); el ataque cardíaco que le dio a Martin Sheen en mitad de la película; un terremoto, el tifón que arrasó con los decorados y, además, las desapariciones de helicópteros a merced del gobierno filipino, que los necesitaba para luchar contra los rebeldes del sur. Las discusiones con el guionista Milius eran también constantes, puesto que este último se quería ceñir más a la obra de Joseph Conrad y establecer un paralelismo con la Odisea que podía fracturar la historia. Todo el conjunto era más que suficiente para volver a alguien rematadamente loco.

Finalmente, ante las críticas recibidas desde la prensa americana, que tachaban el proyecto de auténtico desastre, Coppola presentó la primera versión en Cannes en 1979, dándose prisa en el montaje. Sobre el Redux los críticos han hablado mucho, aunque personalmente creo que es envidiable que se pueda rehacer una obra tantos años después y Coppola tenía material de sobra para hacer no una nueva versión, sino varias.

Bueno, amiguitos, nos despedimos con este vídeo, un fragmento del documental que realizó Eleanor Coppola sobre cómo se hizo Apocalypse Now. Si pasan directamente al final, verán al prepúber Lawrence Fishburne totalmente fumado. Desde aquí se te ama, Lawrence, canelita en rama que eras, eh.

Próximo capítulo: Rambo, Platoon y La Colina de la Hamburguesa.

domingo, octubre 15, 2006

Pelis de Vietnam (I)

La pasada noche John Wayne me habló en sueños, al igual que hizo Cela en su día, sólo que esta vez, en vez de regodearse con la terrorífica imagen del barreño, el subconsciente me llamaba por mi nombre y repetía a un ritmo frenético “¿es que ahora, que has conocido el hamor, ya no vas a hablar de mi hobra?” Después, me colocaba una chapita “antinuclear”, y en ese preciso momento me despertaba entre espasmos.

Así que recordé (¡recordad el Álamo!) que tenía una misión, ya que John estuvo allí en pos de una de las películas que bien podría ser englobada dentro de esta clasificación del “derechismo bien entendido en el cine de acción”. Su nombre es "Boinas Verdes" y la kaleidocámara ha captado uno de sus mejores momentos, como no podría ser de otra forma.

En este fragmento, observaréis cómo los militares se muestran buenos tipos que, además de saber varias lenguas y ser de lo mejorcito en sus respectivos campos, contestan con inmensa sapiencia a los “periolistos”; achantando a aquellos que se atrevían a dudar acerca de la labor humana que desempeñaba el ejército norteamericano en Vietnam. Preguntas que se hacía la sociedad en ese mismo momento en que la película fue llevada al cine (1968), cuando los chicos estaban siendo llamados a filas.



Después de esta meta-propaganda, sal y pimienta en el esfínter de cualquier hippie que se precie, llegaría la oscarizada “El Cazador” (1978) No sé ustedes, pero cada vez que veo esta película descubro algún detalle que se me había pasado por alto. ¿Por qué Mike espera hasta el último segundo y decide no matar al ciervo? ¿Qué extraños designios pasaban por la cabeza del personaje de De Niro?

La primera parte de la película transcurre de forma lenta en una pequeña comunidad de inmigrantes rusos. Aquí se nos presentan los personajes y su abocación a la tragedia: esas diminutas gotas de vino tinto que caen sobre el vestido de novia, desapercibidas en el alborozo de la boda, presagian, sumado al encuentro con el circunspecto Boina Verde, que algo horrible va a suceder.

La calma de los bosques es sustituida abruptamente por la imagen del horror. Tras la captura y el kamikace plan que urde Mike (con dos big pelotas), ya nada volvería a ser lo mismo. En busca de su compañero atrapado por la experiencia, el cazador se encuentra con el retrato que revolvería tripas y corazón de cualquier ser humano. Quizás un presagio también de la ya célebre frase “demacrao like Christopher Walken”.

Walken in the wild side

Durante la entrega de los Óscars, en la cual esta película resultó premiada – dicen que para exorcizar el pasado vergonzante de América en Vietnam- con cinco estatuillas, una Jane Fonda encolerizada acusaba a la película, junto con un montón de amiguitos de izquierdas que se agolpaban con pancartas a la salida, de ser un film racista (aunque ni siquiera la había visto) y de reflejar el punto de vista del Pentágono sobre la guerra de Vietnam. El director, Cimino, tuvo que lidiar con ese terrible malentendido.

Además, para mayor paradoja, era el mismísimo John Wayne quien entregaba uno de los premios, concretamente el de “Mejor película” (la verdad, me gustaría haberle visto la cara en ese momento).

Parece también muy probable que Coppola se estuviera mordiendo las uñas en su asiento de pura agonía, al ver cómo la película de Cimino resultaba premiada y elogiada, mientras los titulares en la prensa se mofaban del tardío estreno de su propia película sobre el Vietnam (Apocalypse, when?).

Ese mismo año se estrenaría “Los chicos de la Compañía C”, que pasó mucho más desapercibida aunque es una de mis favoritas, obviando las masterpieces (abrazando la pedantería dantesca y en cursiva, K.) .

El hilo conductor es un muchacho que quiere ser escritor y se alista de forma voluntaria en el ejército. Su desencanto se ve reflejado cuando reflexiona… “Quisiera escribir sobre lo que ha pasado hoy pero ¿quién se lo va a creer?”.

Antes de irse a la tierra prometida, deberán pasar una instrucción, con el típico sargento hijodeputa que no hace más que reventar pelotas a diestro y siniestro, con lo que se suceden cómicas escenas como la siguiente. ¡Al que me mire lo pateo!



Ya en Vietnam, la totalidad del grupo va a parar a manos de un teniente más obsesionado en hacer el recuento de bajas que en salvar culos, con lo que se ven solicitados para misiones estúpidas, inmorales y peligrosas. Todo ello para conseguir tres días de baja en una playa (seguramente se referían a “China Beach”, uno de los lugares de descanso de los soldados).

Mientras, van cayendo hombres y el desengaño estaba escrito en las bolsas de plástico negro para cadáveres. La música suena a un ritmo lento: “Uncle Sam, I´m in Vietnam, it´s a jungle, it´s a prison...”



Resumiendo, amigos, que esta película es un MUST.

Saludos y les emplazo a la próxima entrega con mucha alegría: Apocalipsis Now

miércoles, octubre 04, 2006

Off topic: V de Vicioso en Sitges

Tengo que anunciar que, si nadie lo remedia, estaremos con todos los critters en el espacio "Brigadoon" este domingo 8 de octubre en Sitges. La entrada es gratuita. Aunque si eres pobre de bolsillo, pero no de corazón, amigo de la trash; dirijo tus pasos a la tienda Freaks en Arc de Triomf donde se encuentra ya el DVD a un módico precio y que incluye, además de la película (también en emule) a high resolution, los extras y el making of.

Para ir abriendo boca, podéis recrearos con el reportaje de Quequé para Noche Hache, donde Roger, nostálgico, recuerda que ya no se ve en la tele eso de comer ratas a la hora de la merienda.

Y aquí os dejo, para finalizar, la arenga de Mike Donovan (lo veréis un poco destrozado, pero lleva 20 años sin dormir) a sus muchachos de la resistencia que una buena alma del pretanama ha tenido la gentileza de subir a youtube.



"Putos lagartos de mierda, me podréis quitar la vida pero no me podréis quitar la libertad". Emotivo y epatante al mismo tiempo.

Un saludo, amigos de lo sórdido.

lunes, octubre 02, 2006

Pelis de Vietnam, una introducción al Horror

Atrás quedaron los años de las nanas que me cantaba mi madre: “Duerme, duerme negrito que tu ma-ma está en el campo”. Y, dentro de esta misma línea bostaprogre, “los vietnamitas son pequeñitos, son pequeñitos, son pequeñitos… pero con unos corazones así de grandes así, así”. Aquí hacía un gesto con las manos para engrandecer lo que había sido la humanidad del Vietcong mientras yo hundía mi cabeza en la almohada y caía en un sueño plácido, pues sabía que los comunistas velaban por mí y por el mundo en general.

A los catorce años me introdujeron sutilmente en el pequeño universo de la locura que había generado la guerra de Vietnam entre sus combatientes. Ocurrió de una forma extraña, en la UVI infantil del hospital, donde me encontraba convaleciente de una meningitis. Aunque veía doble, el bueno del doctor Casimiro trajo una tele para que viera Toy Story. Cuando acabó, me preguntó qué actor me gustaba más de entre los que pegaban fuerte por entonces, si Brad Pitt o Leonardo Dicaprio. Yo le dije que ninguno de ésos, que a mí me gustaba Robert De Niro. No conocía más que su trabajo en Novecento, que me puso mi madre en el vídeo a los 10 añitos para que me percatara de lo malosos que eran los fascistas y tal, pero por lo que vi, sabía que no servía como bullicio uterino para niñatas. Pensaba que aquello impresionaría a Casimiro y, sin embargo, sólo se quedó parado un instante y sonrió.

Al día siguiente, el cabrón de Casimiro me enfuchó un vhs de Taxi Driver que, supongo, se habría traído de su casa. Un deficiente mental de 13 años con una sonda en el cerebro y una niña de cinco con las tripas fuera debido a un accidente con un camión, compartían la voz en off de Travis y los tiros. No entendí nada. Aquella mierda no iba de fascistas ni de comunistas, ni nada que pudieran explicar unos padres progres-exhippies. Me acojoné. Pero les dije a mis progenitores que trajeran los bombones más caros de la ciudad para el doctor. Dios te bendiga, Casimiro.

Partiendo de ahí, he ido conociendo diversas historias y ninguna me ha dejado indiferente. El por qué esta guerra y no otra han dejado un número sin par de brillantes joyas para nuestras córneas delicatessen y oídos acostumbrados a casi todo tipo de salvajadas, no es difícil dilucidar que, además del extenso material disponible, tiene mucho que ver con que era la primera vez que la potencia mundial, tan vencedora hasta entonces, se encontraba con las primeras derrotas asiáticas. La última fue al menos aprovechada, sobre todo durante las décadas de los 70 y 80, por grandes mentes que reunieron a los mejores en sus respectivos campos. En torno a las batutas de Kubrick, Oliver Stone, Coppola o Brian de Palma, Vietnam pasaba a la historia en forma de séptimo arte. Vieron en el conflicto un filón increíble; no era para menos…

“Te diré por qué sonrío, pero te hará volverte loco” un marine del Cuerpo Táctico 1.

Estados Unidos se acerca por primera vez a este pequeño país desde la soberbia, mandando antiguallas, aviones que habían servido en la Segunda Guerra Mundial, pensando que aquellos ínfimos esfuerzos acabarían con esos pequeños chinorris que, en fin, debían estar algo pirados porque iban en pijama por la calle.

Mientras la guerra se iba recrudeciendo, iban llegando jóvenes que disfrutaban del American way of life en su punto más álgido. Arrancados de sus hogares hacia esa tierra en el culo del fuckin fin del mundo, se marcaban un doble tripi: uno, obligatorio en el avión y, el otro, a elegir o mezclar entre el abrazo de la heroína calmosa, la mariguana, o sencillamente pasar to the other side de la mano del siempre amigo LSD.

Era la primera vez que las drogas jugaban un papel tan fundamental en la vida de muchos de los soldados. No era extraño que algún muchacho traspasara ese umbral hacia otro mundo indescriptible y, habiendo mandado a su novia en EEUU la oreja de un vietcong, se preguntara por qué ésta había dejado de escribirle.

“Conocí una vez a un coronel que tenía un plan para acortar la guerra echando pirañas en los arrozales del norte. Hablaba de peces pero sus ojos estaban llenos de megamuerte” Herr, Despachos de guerra.

Dentro de este paisaje humano fuera de lo común, no era difícil que el mando – cuando lo había – sucumbiera al encanto de la demencia. De alguna forma, era también una manera de sobrevivir. El soldado raso podía tener suerte y encontrarse con un pirado de ideas pantagruélicas como la de arriba pero que, al mismo tiempo, era capaz cuidar de sus chicos por la experiencia que tenía en territorio vietnamita. Menos afortunado era el que se topaba con un teniente, recién salido de West Point, quien imponía ridículas normas académicas que de poco servían en la jungla. Como, por ejemplo, obligar a vestir el uniforme reglamentario o salir en busca de Charlie en un arrebato de heroicidad recién aprendida. Muchas veces, los subordinados no acataban esas normas porque… se repetía, “¿qué van a hacerme si no…? ¿mandarme a Vietnam?” En otros casos más extremos, se llegaba a eliminar a esta persona que ponía en peligro las vidas de la unidad, si tenía una conducta temeraria originada por la completa ignorancia de lo que significaba la verdadera batalla en Vietnam. Así que, para salvar los propios culos, mediante el llamado “fragging”, iban cayendo oficiales.

A golpe de Zippo y gasolina, se alivia la tensión tras un duro día.

"Sí, claro, los negros no obtienen ascensos con la facilidad de los blancos. Tampoco la casa IBM les asciende, ¿verdad que no?” citado en 365 días, de Ronald J. Glasser

Es cierto que negros e hispanos cayeron en mayor proporción que los rubios, trampas y emboscadas para los hermanos niggas. Porque no nos engañemos, la convivencia igualitaria entre negros y blancos sólo sucede en algún anuncio descabellado de Benetton y en los pianos, donde conviven en armonía las teclas interraciales.

Luchar juntos era fácil, porque les unía un enemigo común. Pero en la espera, llegaban desde casa noticias desesperanzadoras, como el asesinato de Martin Luther King y en la Red de Emisoras de las Fuerzas Armadas seguían silenciando la música de aquéllos que no eran considerados como el prototipo del buen negro.

“Jimmy Hendrix sí que sabía de qué iba el rollo”

De Charlies y Dinks

Qué jodienda debía suponer disparar al vacío, buscar a alguien invisible para seguir vivo un día más. Explica Herr cómo se encontró con ese odio exacerbado hacia los amarillos, cuando un coronel le explica por qué se comenzó a usar el nombre de “Dinks” para designar a los, hasta ese momento, “Charlies”:

Apuesto a que usted siempre se preguntó por qué les llamamos Dinks en esta parte del país. Lo inventé yo. Le explicaré, a mí nunca me gustó que les llamasen Charlie, bueno, yo tenía un tío que se llamaba Charlie, y me caía muy bien, la verdad. No, Charlie era demasiado bueno para esos cabroncetes. Así que me puse a pensar y me dije, ¿a qué se parecen en realidad? Y se me ocurrió Rinky-Dink. Les va perfectamente. Rinky Dink. Pero era demasiado largo, así que lo acortamos un poco. Y por eso les llamamos Dinks.

¿Es Photoshop?
No, es el horror

“Ain't no use in going home; Jody's got your girl and gone. Ain't no use in feeling blue; Jody's got your sister, too. Ain't no use in lookin' back; Jody's got your Cadillac...” Canción militar

Habiendo sobrevivido – caerán mil a tu lado, diez mil a tu derecha, no caerás tú – aún les esperaba la dura vuelta a casa. Había más bolsas de cadáveres y vergüenza que desfiles y flores. También estaban aquellos que, decían, sólamente tenían lágrimas para los vietnamitas muertos, así que los muchachos que habían mandado, recibían muchas veces espaldas en vez de brazos. Todavía hoy se mira con recelo a esos extraños veteranos ...