
Hay que decir que, en la novela de Morrell, los personajes no eran tan evidentemente buenos o malos como se presentan en la película. Digamos que el Sheriff Teasle está dotado de muchos más matices. Es interesante su faceta de ex militar que en Acorralado casi no se intuye. Por ejemplo, cuando Teasle aparece como el único superviviente de la carnicería perpetrada por Rambo, el Coronel Trautman se pregunta por qué motivo su muchacho- una máquina de matar- ha dejado con vida al Sheriff. Al examinar el expediente de Teasle, se da cuenta de que éste había prestado servicio en Corea:
− La mención y la medalla estaban colgadas de una pared de mi oficina. Las vio. No sé si significaron algo para él.
− Por supuesto que significaron algo para él. Eso es lo que le salvó la vida.

He sentido la necesidad imperiosa de daros a conocer su estampa de escritor molón, a vuestra izquierda. No puedo dejar de encontrar, en esta imagen, paralelismos alucinantes con la figura del amigo - ¿tú me quierej, gitana?- Julián Muñoz.
Quiero irme a casa - me lo repite una y otra vez - quiero conducir mi Chevrolet.
¡Y no consigo encontrar sus piernas! No encuentro las piernas...
-
Los críticos cinefagosos hablan de ella como la película más fiel a la guerra en términos de recreación de la batalla, equipamiento y jungla (repleta de mosquitos, sanguijuelas y serpientes).
Sin embargo, no puedes contentar a todo el mundo. En una proyección que Stone organizó exclusivamente para los veteranos de Vietnam, se dieron posiciones encontradas entre aquellos que habían realizado el servicio durante los primeros años de la guerra -quienes manifestaron no haber vivido de esa forma las situaciones expuestas en la película- y los que combatieron durante los últimos años, que confirmaron todas las apreciaciones de Stone, incluídos el tema del fragging y las drogas.
La divergencia de opiniones acerca de lo que significó Vietnam está relacionado con el recrudecimiento de la guerra. Y unos pocos años de diferencia podían implicar batirte entre unas posibilidades mucho más altas de morir, lo que conllevaba el clima de inmoralidad en el que se mueven los soldados de Platoon. Lo expone el mismo Sargento Elías cuando Chris le pregunta si cree, como Burns, en lo que hace, y responde: "en 1965 sí, ahora... no".
Parecido tuvo que ser el sentimiento de nostalgia de tiempos pasados que, en la realidad, oyó explicar Ronnald J. Glasser a un soldado: "Me gustaban más cómo eran las cosas en el 66. Entonces era, más o menos, una guerra entre hombres. Ahora estás tranquilamente sentado y saltas por los aires. Esto no tiene gracia".
El debate de la peli se centra en la visión de dos hombres, Elías y Burns. El primero es un tipo que ayuda a los novatos, tiene principios que aún conserva entre el caos rondante y además comparte humo a través de su M16. Concluimos que Elías es gente maja:
Por otra parte, tenemos a Burns, un personaje al que amamos y odiamos por igual. Cómo no lo vamos a amar en el momento en que llega al grupo de fumetas que están confabulando su muerte y les espeta:
"Estáis fumando esta mierda para huir de la realidad. Yo no necesito esta porquería. Yo soy la realidad. Así ha sido siempre y así será."